Consumo entre particulares: el poder de la colaboración

Lo cierto es que el consumo colaborativo no es una práctica nueva, aunque desde hace unos años le pongamos esa etiqueta. Desde siempre ha habido personas que se han puesto de acuerdo para compartir el coche (y los gastos) para ir al trabajo u otras que se han intercambiado, por ejemplo, un arreglo de fontanería por un traslado de materiales en furgoneta.
Sin embargo, los medios de comunicación han puesto de relieve, durante los últimos años, el fenómeno de plataformas que a través de aplicaciones (apps) y sitios web ponen en contacto a prestadores de servicios o personas que venden algo con gente que quiere hacer uso de ellos o comprarlos. Tanto lo de “toda la vida”, con vecinos o conocidos, como las nuevas iniciativas online con desconocidos, son distintos tipos de consumo colaborativo.
Las posibilidades del consumo entre particulares son muchas: desde alquilar una vivienda para un fin de semana o unos días de vacaciones, pasando por vender por internet algo que ya no vamos a utilizar o poner en marcha un proyecto a través de micromecenazgo (crowdfunding), hasta ceder nuestro “tiempo” a cambio del de otra persona (haciendo algo que sabemos y recibiendo algo que necesitamos).
Tres de cada cuatro consumidores ha participado en alguna ocasión en iniciativas de consumo colaborativo. La mayoría ha recurrido a la compraventa de segunda mano porque encontraron que era una forma rápida y sencilla de ganar dinero o ahorrar. Pero el consumo entre particulares es más que eso, ya que también ofrece formas de consumir más sostenibles y fomenta la cooperación entre personas.
El 69 % de los usuarios que lo ha probado, de hecho, asegura que estaría dispuesto a repetir en otro momento. De los que no lo han probado aún, el 17 % de los consumidores se muestra desconfiado sobre aquellos que puedan estar detrás de estas iniciativas y un 12 % estima que le resultan complicadas.
La franja de edad más frecuente entre los consumidores colaborativos es de 40 años o menos. Aunque, en realidad, esto no es ninguna limitación, ya que está abierto a cualquiera, en cualquier momento.
Según nuestra encuesta, el consumo colaborativo no es una actividad especialmente problemática. Sin embargo, es inevitable que haya pequeños conflictos en algunos casos. Entre los problemas más recurrentes encontramos personas que se quejan de la impuntualidad o de la poca afinidad con los pasajeros, en el caso de los que comparten coche, o aquellos que se topan con inquilinos desconsiderados, tras poner una habitación de la propia vivienda en alquiler (o la vivienda entera).
Otros problemas que supusieron un inconveniente económico fueron compraventas de segunda mano que nunca llegaron a su destino, a pesar de haber pagado por el producto, o préstamos fallidos en plataformas de crowdfunding o micromecenazgo.
Cuando ha surgido algún problema, casi todos los encuestados han reconocido no haber hecho absolutamente nada. El resto ha expresado de forma privada su descontento y pocos han intentado encontrar una solución o alcanzar un acuerdo con la otra parte. Las quejas formales a las apps o plataformas webs son muy minoritarias.