Guía de compra

Aperitivos salados: ¿cuál elegir?

Persona con un bol de aperitivos salados

Abrir una bolsa de gusanitos, tiras de fritos, etc. para picar y terminársela enterita es muy habitual. Los aperitivos salados son de lo más adictivo, y nos acaban saciando, sí, pero a base de grasas, sal, calorías y aditivos innecesarios. ¿Sabrías cómo elegir los "menos malos"?

Los aperitivos del supermercado

En los supermercados e hipermercados existe una variedad enorme de aperitivos o snacks salados que se venden ya envasados: distintas formas, colores y sabores, fritos u horneados... Está claro que, en la elección de estos productos, el paladar de cada uno es el que manda. Pero si quieres cuidar tu salud, ten en cuenta estos consejos

Zona de aperitivos salados en un supermercado

¿Qué llevan los aperitivos? ¿Qué son?

La respuesta no se suele encontrar en la denominación de los aperitivos salados.

Ahí te vas a encontrar desde nombres fantasiosos (“Gustosines”, “Pelotazos”, “Rizos”, “Chaskis”, “Triblis”, “Risketos”, etc.) hasta descripciones vagas como “producto de aperitivo frito”. Si realmente quieres saber qué estás comprando, no te quedará más remedio que dar la vuelta al envase y leer la letra pequeña para ver de qué están hechos y qué es lo que aportan.

Cuatro tipos de ingredientes

Lo mejor para saber qué lleva un producto es mirar su lista de ingredientes y su composición nutricional (la tabla donde se indican los hidratos de carbono, grasas, etc.).

Allí comprobamos que buena parte de los aperitivos salados se componen de cuatro tipos de ingredientes: una fuente de almidón (cereales, sobre todo), aceites vegetales, sal, aromas y aditivos.

Harina, sal, aceite

Cereales: harina o sémola

En la lista de ingredientes se indica solo el tipo de cereal empleado: maíz, sobre todo, o bien arroz o trigo. Pero no te engañes: para fabricar estos aperitivos, nunca se emplea el grano de cereal entero, ni siquiera en esos raros casos en los que se utilizan de partida cereales integrales. Lo que sí se usan son los productos de su molienda: harina o sémola refinados.

Las harinas y sémolas, a nivel nutricional, son una fuente de hidratos de carbono complejos (tienen un 62% de media). Y su contenido de azúcares no es muy alto: de media, 2,9%. Como se trata de productos refinados y muy procesados, ten en cuenta que apenas aportan fibra, vitaminas o minerales.  

También hay aperitivos que, en lugar de elaborarse a partir de cereales, se obtienen a partir de otro tipo de vegetales: patata, legumbres, hortalizas, etc. 

Aceites vegetales

Los aceites más empleados son de girasol y de maíz, grasas principalmente insaturadas. Pero también es posible encontrar productos de aperitivo elaborados con aceite de oliva, una grasa monoinsaturada, y con aceite de palma, una grasa saturada. 

El tipo y cantidad de aceite empleado van a tener bastante peso en el perfil graso del producto. De hecho, uno de los inconvenientes de estos alimentos procesados es que casi una cuarta parte de su contenido (un 24%) son grasas; aunque en algún caso su proporción llega al 42%. También te puedes encontrar con que la cantidad de grasas saturadas es superior en los aperitivos fritos. En los productos horneados la proporción de grasas saturadas disminuye un 40%.

Bastante sal

Como era de esperar en unos aperitivos que se definen como salados, la sal es uno de sus puntos críticos. Su contenido medio es de 1,7%. Es cierto que este ingrediente aumenta su sabor y les hace más apetecibles, pero no hay que olvidar las consecuencias negativas del exceso de sal en la dieta. Además, el hecho que haya aperitivos con más de 3,5 gramos de sal por cada 100 gramos de producto es preocupante porque se acerca al techo de sal que no debiéramos superar en el día (5 gramos).

¿Qué pasa si en vez de sal común, declaran que llevan “sal marina”? ¿Es mejor? Da lo mismo. Lo que marca la diferencia para la salud es la cantidad de sal, no su origen.

A menudo, aromas y aditivos

Se recurre a ellos para hacer más apetecible la masa de almidón, y son muy habituales.

Lo peor es que buena parte de esos aditivos son innecesarios o desaconsejados. Se puede ver, por ejemplo, en los aperitivos que se anuncian con "sabor a queso": suplen la escasez de queso con un combinado de aromas (que recuerdan al queso), potenciadores de sabor (como el glutamato) y colorantes, que les dan esos tonos amarillos o anaranjados tan intensos.

Grasas, sal y muchas calorías

Por todo lo que hemos comentado, está claro que se trata de alimentos altamente procesados, de poco interés nutricional, con exceso de sal, grasas y aditivos innecesarios. Son, además, muy calóricos: de media, 100 g de producto son casi 500 calorías. Eso es una cuarta parte de la cantidad diaria recomendada (CDR) para un adulto. 

Preguntas frecuentes sobre aperitivos salados

¿Qué pasa si me tomo una bolsa entera?

No te lo recomendamos. En la siguiente tabla puedes ver la diferencia entre tomar 100 gramos o 30 gramos de producto, con tres de los aportes que conviene vigilar:

 Valores medios En 100 g de producto   En 30 g de producto
 Energía  497 kcal (25% de la CDR)  149 kcal (7% de la CDR)
 Grasas saturadas  3,4 g (49% de la CDR)  1 g (15% de la CDR)
 Sal  1,7 g (34% de la CDR)  0,5 g (10% de la CDR)

La CDR es la cantidad diaria recomendada para un adulto. Comprobarás que las cifras no son tan altas cuando se trata de una ración de 30 gramos, que es la cantidad que suelen recomendar los fabricantes.

Pero, lo más habitual es abrir los envases y terminar con todo lo que haya en su interior, sin mirar ni pesar la cantidad que comemos. ¿Quieres saber cuál es el resultado? Pues veámoslo con uno de los productos más calóricos: comerse una bolsa de 110 g de aros fritos implica ingerir 610 calorías, que es el 30 % de la recomendación energética diaria para un adulto. Además, si eso lo haces a la hora del vermut, súmale las calorías de la cerveza, el refresco, etc., con los que decidas acompañar el picoteo. ¡Una barbaridad! 

¿Cómo se hacen? ¿Cómo consiguen tantas formas?

La elaboración de la mayoría de estos productos se hace por un proceso que se llama extrusión. Primero se cuece la pasta, hecha de una mezcla de agua y harina o sémola, sometiéndola a niveles altos de presión y temperatura. Los siguientes pasos varían, según cuál sea el tipo de extrusión:

  • En la extrusión directa, el proceso más común, al salir la pasta pasa por un molde que le da la forma al producto. Al quitar el molde, el almidón explota ya que la humedad se evapora de manera brusca y se expande. Después el producto se hornea y se rocía con aceite, sal, aromas o aditivos. De esta forma se consiguen, por ejemplo, los gusanitos.
  • La extrusión indirecta. La diferencia principal con la anterior es que, en este caso, se quiere evitar la expansión del producto cuando sale. Para ello la pasta se enfría y se somete a un proceso de secado para reducir su humedad. Después se hornea o fríe para que se expanda y aumente su tamaño. Así se obtienen aperitivos como las ruedas, los fantasmas o las estrellas.

¿Por qué abultan tanto y pesan tan poco?

Generalmente estos aperitivos tienen en común que son muy ligeros y por sus formas ocupan mucho espacio. Además, vienen en bolsas que llevan algo de aire. No es un truco para arañar unos gramos: se hace para proteger los productos más frágiles y evitar que se rompan. 

No te extrañes, por tanto, si compras una bolsa grande y su peso no llega a los 100 g. Para saber lo que compras es importante leer el contenido neto y no guiarse por la envergadura del envase.

¿Hay aperitivos aptos para celíacos?

Sí, son las marcas que indican “sin gluten”. Generalmente son aperitivos elaborados con maíz.

En general, las personas celiacas no pueden bajar la guardia con los alimentos: en el caso de los aperitivos, hay productos que llevan algún cereal con gluten (trigo, avena, centeno o cebada) y no advierten en el etiquetado la posible presencia de gluten.

¿Cuál es el mejor snack para los niños pequeños?

Ninguno. La oferta de alimentos para tomar entre horas dirigidos a niños no deja de crecer. Estos productos (nada baratos) fomentan el picoteo, práctica que se relaciona con una alimentación desordenada. Y los patrones que se adquieren en la infancia influyen en los hábitos de adulto. Su aporte nutricional tampoco justifica su consumo: se elaboran con harinas refinadas y algunos van cargados de aditivos.