¿Cómo afecta el cambio climático a lo que comemos?
Sequías más frecuentes, olas de calor, lluvias intensas… el clima está cambiando y con ello la manera de producir los alimentos. Te contamos qué podemos hacer los consumidores para proteger nuestra salud y apoyar un sistema alimentario más resiliente.
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Impacto del cambio climático en la producción
Las cosechas en el campo y la vida en el mar, todo se ve afectado por los acontecimientos climáticos extremos. Y se reflejan en las reservas de alimentos y sus precios en el mercado.
- Menor rendimiento y más variabilidad en cultivos clave. Las altas temperaturas, la menor disponibilidad de agua y los eventos extremos reducen la productividad agrícola y pueden afectar al contenido de nutrientes de algunos alimentos. Los cereales, frutas y hortalizas son especialmente sensibles, con mayor riesgo de pérdidas por plagas y postcosecha tras episodios de calor o lluvias intensas.
 - Impacto en el mar: menos capturas y más riesgos biológicos. El calentamiento y la acidificación del océano, junto con olas de calor marinas, afectan a la pesca y a la acuicultura. Además, ciertas bacterias y parásitos relacionados con el agua cálida (por ejemplo, del género Vibrio) pueden proliferar y aumentar el riesgo de toxiinfecciones si no se mantienen controles rigurosos a lo largo de la cadena alimentaria.
 - Disponibilidad y precios más inestables. Si mantenemos un modelo muy dependiente de las importaciones y de una alta demanda de piensos para la ganadería intensiva en las granjas, el clima adverso en España o en otros países proveedores puede traducirse en más volatilidad y tensiones en el precio de la cesta de la compra. En cambio, las dietas con más alimentos de origen vegetal, la reducción eficaz del desperdicio y el recurso a cadenas de suministro más cercanas ayudan a ganar resiliencia.
 
Mirando al futuro: dietas más resilientes
Un sistema alimentario resiliente es aquel que puede prevenir, anticipar, absorber, adaptarse y recuperarse de crisis como desastres naturales, pandemias o crisis económicas, para garantizar que todas las personas tengan acceso continuo a alimentos seguros, nutritivos y asequibles.
No se trata de alarmar, sino de adaptarse con inteligencia. La evidencia apunta a que los sistemas alimentarios más resilientes combinan producción sostenible, cadenas de suministro más cercanas, menos desperdicio y una dieta con mayor presencia de alimentos de origen vegetal. Este enfoque reduce emisiones, alivia la presión sobre suelos y agua y, además, mejora los indicadores de salud.

Decálogo para comprar, cocinar y conservar
Como consumidores, nuestras elecciones, junto con políticas públicas bien diseñadas, pueden acelerar esta transición hacia un sistema alimentario más resiliente.
¿Qué podemos hacer que esté en nuestra mano? Te damos 10 ideas fáciles de realizar y muy eficaces:
- Planifica tu compra teniendo en cuenta la temporada y la proximidad. Prioriza frutas, verduras y pescados de temporada y de origen cercano. Suelen tener menor huella ambiental y mejor disponibilidad. Consulta el calendario OCU de frutas y verduras y pregunta en tu mercado por las variedades locales.
 - Refuerza el plato vegetal. Incorpora más legumbres, cereales integrales, frutos secos y semillas.
 - Reduce el exceso de carne roja y alimentos ultraprocesados en tu dieta. Esto es algo que a la vez que mejora tu salud, reduce la presión sobre recursos como el agua y los piensos.
 - Elige productos de pesca responsable. Siempre que puedas, opta por productos pesqueros certificados o de pesca local y de artes selectivas. Los mariscos requieren una refrigeración impecable y un buen cocinado.
 - No rompas la cadena de frío. Mantén el frigorífico a 4° C o menos y el congelador a −18° C. Transporta los alimentos frescos en bolsa térmica, sobre todo cuando haga mucho calor. Presta especial atención a los platos de quinta gama (los que ya están cocinados, envasados y refrigerados): deben conservarse por debajo de 4° C y respetar estrictamente las instrucciones de consumo. La toxina botulínica, si se formase, no se destruye con un recalentado suave.
 - Cocina segura en días de calor. Respeta la cadena de frío, mantén separados los alimentos crudos de los cocinados, y cocina completamente las carnes, pescados y huevos. No dejes platos a temperatura ambiente más de 2 horas (1 hora si hace mucho calor). En verano presta especial atención: refrigera rápido las sobras en recipientes pequeños. En el campo o en la playa, usa nevera con hielo y evita mayonesas caseras o salsas con huevo
 - Ahorra agua y energía en la cocina. Tapa las ollas cuando hierven, aprovecha el calor residual del horno y ajusta el tamaño de los fuegos. Descongela en la nevera: es más seguro para el alimento y además ahorra energía frente al descongelado en el microondas.
 - Evita el desperdicio en casa. Haz siempre la lista de la compra, conserva la comida por raciones, congela los sobrantes y aplica el método FIFO (First In, First Out, es decir, lo primero que entra es lo primero que sale). Aprovecha las piezas ‘feas’ para cremas, caldos o sofritos.
 - Respeta la fecha de consumo. Haz la distinción entre "consumir preferentemente antes de" (pasada esta fecha, el alimento puede perder calidad) y "fecha de caducidad" (pasada esta fecha, por seguridad no debe consumirse). Antes de tirarlos a la basura, mira qué alimentos se pueden comer cuando se ha pasado la fecha. Sigue las instrucciones de conservación.
 - Apoya iniciativas que reducen el desperdicio. Demasiada comida va a la basura. Algunos supermercados aplican descuentos de hasta el 50% en productos próximos a caducar y también hay apps que donan o venden con descuento excedentes alimentarios. Aprovéchalos.
 
