Mal de altura: qué es y cómo prevenirlo

El mal de altura es una afección más frecuente de lo que a priori se piensa, aunque, afortunadamente, la mayoría de las veces se manifiesta en su forma más leve. Descubre cuáles son los síntomas del mal de altura, y qué puedes hacer para evitarlo.
Cada cierto tiempo salta a primera página de la actualidad los problemas de algunos viajeros aquejados de lo que comúnmente se conoce como “mal de altura”. Un “mal” más frecuente de lo que a priori se piensa, y que puede tener consecuencias fatales, aunque afortunadamente, la mayoría de las veces cursa en su forma más leve.
Mal de altura: cuando falta el oxígeno
El mal de altura se debe a la disminución de la presión parcial de oxígeno conforme aumenta la altitud. Ante esta disminución, nuestro organismo responde produciendo más glóbulos rojos para así transportar más oxígeno a los tejidos, aunque esta adaptación puede durar varios días o semanas. Otra forma de responder del organismo es aumentar el ritmo y la profundidad de la respiración.
En algunas personas, sin embargo, por causas que no están del todo claras, esta situación deriva en una mayor alteración en los niveles de los gases en sangre, lo que afecta al equilibrio ácido-base e hidroelectrolítico del organismo. Como resultado, el agua se distribuye de forma diferente entre la sangre y los tejidos.
Las posibilidades de sufrir “mal de altura”, en cualquier caso, aumentan con la altura y la velocidad de ascenso. Puede aparecer ya por encima de los 2.200-2.500 metros, altitud a partir de la cual el riesgo se dispara, sobre todo si la persona asciende desde niveles próximos al nivel del mar y lo hace en un intervalo de pocas horas.
Síntomas del mal de altura
El mal de altura puede causar de unas sencillas molestias, a problemas realmente graves, como un edema pulmonar o cerebral.
En sus formas más leves
Personas que ascienden por encima de los 2.200-2.500 metros pueden notar como su ritmo cardiaco se acelera y sebtir cierta sensación de dificultad respiratoria. Pueden aparecer además dolor de cabeza, náuseas, problemas de concentración e insomnio.
En la mayoría de los casos el organismo se adapta y en unos días las molestias llegan a desaparecer: de hecho los síntomas de un mal de montaña leve ceden normalmente tras dos o tres días de aclimatación. Mientras tanto se aconseja beber mucho líquido, tratar el dolor de cabeza con un analgésico y reposar.
Hay que tener en cuenta que:
- La actividad física empeora los síntomas: evítala.
- Paradójicamente, las personas más jóvenes lo sufren más que los mayores.
En sus formas más graves
El mal de altura puede manifestarse de una forma mucho más grave, en forma de edema (acumulación de líquido) en alguna parte del cuerpo. Por lo general, se produce entre 24 y 96 horas después del ascenso.
Las dos manifestaciones más temibles, que pueden llevar a la muerte, son el edema pulmonar y el edema cerebral.
- El riesgo de edema pulmonar es más alto en hombres y en personas con afecciones respiratorias. Las personas que viven normalmente a gran altitud y vuelven a su lugar de residencia tras pasar unos días en zonas situadas a nivel del mar también tienen presentan un riesgo mayor. Los síntomas consisten, básicamente, en una dificultad respiratoria creciente: conforme el cuadro avanza puede acompañarse de tos con expectoración que puede ser de color rosado, debido a que contiene sangre.
- En el caso del edema cerebral, el líquido se acumula en el cerebro. Los síntomas, en este caso, pueden ser torpeza, confusión mental, dolor de cabeza más intenso, alucinaciones, pérdida de equilibrio… Puede dar la impresión de que la persona está borracha pese a no haber ingerido una gota de alcohol.
Si aparecen síntomas de edema pulmonar o cerebral, a la persona debe administrársele oxígeno y recibir de inmediato asistencia médica inmediata.
Si no es posible, al menos debe iniciarse el descenso a alturas menos elevadas, hasta que pueda recibir asistencia. El simple hecho de descender puede hacer que el cuadro mejore sustancialmente, así que no caigas en el error de intentar “subir un poco más” para, por ejemplo, alcanzar un refugio.
Cómo prevenir el mal de altura
El mejor modo de evitar el mal de altura es ir ascendiendo lentamente, de manera gradual:
- Se recomienda hacerlo pausadamente, al ritmo en que cada persona se vaya encontrando a gusto, evitando forzar el organismo, pernoctando a medio camino si es necesario. Una posible pauta es emplear un par de días para ascender hasta los 2.500 metros, y después un día más por cada 300-700 metros adicionales.
- Presentar una buena forma física en absoluto garantiza que no vaya a desarrollarse mal de altura. Puede ser incluso contraproducente, si la persona confía demasiado en su estado físico y desoye las recomendaciones.
- Se recomienda evitar la actividad física intensa durante unos días después de llegar al lugar de destino.
- Es aconsejable beber muchos líquidos y restringir el consumo de sal.
- Reparte la ingesta de comida, tomando cantidades moderadas cada poco tiempo en vez de dos o tres comidas muy pesadas.
- Se desaconseja el consumo de alcohol.
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En OCU queremos ayudarte a cuidar de tu salud y de la de toda tu familia: por eso ofrecemos a nuestros socios la mejor información (con análisis comparativos, alertas de seguridad, consejos prácticos...), y servicios exclusivos de asistencia y asesoramiento, como la Línea OCU Salud, un servicio médico telefónico las 24 horas al día, los 365 dçias del año.
Cada cierto tiempo salta a primera página de la actualidad los problemas de algunos viajeros aquejados de lo que comúnmente se conoce como “mal de altura”. Un “mal” más frecuente de lo que a priori se piensa, y que puede tener consecuencias fatales, aunque afortunadamente, la mayoría de las veces cursa en su forma más leve.
Mal de altura: cuando falta el oxígeno
El mal de altura se debe a la disminución de la presión parcial de oxígeno conforme aumenta la altitud. Ante esta disminución, nuestro organismo responde produciendo más glóbulos rojos para así transportar más oxígeno a los tejidos, aunque esta adaptación puede durar varios días o semanas. Otra forma de responder del organismo es aumentar el ritmo y la profundidad de la respiración.
En algunas personas, sin embargo, por causas que no están del todo claras, esta situación deriva en una mayor alteración en los niveles de los gases en sangre, lo que afecta al equilibrio ácido-base e hidroelectrolítico del organismo. Como resultado, el agua se distribuye de forma diferente entre la sangre y los tejidos.
Las posibilidades de sufrir “mal de altura”, en cualquier caso, aumentan con la altura y la velocidad de ascenso. Puede aparecer ya por encima de los 2.200-2.500 metros, altitud a partir de la cual el riesgo se dispara, sobre todo si la persona asciende desde niveles próximos al nivel del mar y lo hace en un intervalo de pocas horas.
Síntomas del mal de altura
El mal de altura puede causar de unas sencillas molestias, a problemas realmente graves, como un edema pulmonar o cerebral.
En sus formas más leves
Personas que ascienden por encima de los 2.200-2.500 metros pueden notar como su ritmo cardiaco se acelera y sebtir cierta sensación de dificultad respiratoria. Pueden aparecer además dolor de cabeza, náuseas, problemas de concentración e insomnio.
En la mayoría de los casos el organismo se adapta y en unos días las molestias llegan a desaparecer: de hecho los síntomas de un mal de montaña leve ceden normalmente tras dos o tres días de aclimatación. Mientras tanto se aconseja beber mucho líquido, tratar el dolor de cabeza con un analgésico y reposar.
Hay que tener en cuenta que:
- La actividad física empeora los síntomas: evítala.
- Paradójicamente, las personas más jóvenes lo sufren más que los mayores.
En sus formas más graves
El mal de altura puede manifestarse de una forma mucho más grave, en forma de edema (acumulación de líquido) en alguna parte del cuerpo. Por lo general, se produce entre 24 y 96 horas después del ascenso.
Las dos manifestaciones más temibles, que pueden llevar a la muerte, son el edema pulmonar y el edema cerebral.
- El riesgo de edema pulmonar es más alto en hombres y en personas con afecciones respiratorias. Las personas que viven normalmente a gran altitud y vuelven a su lugar de residencia tras pasar unos días en zonas situadas a nivel del mar también tienen presentan un riesgo mayor. Los síntomas consisten, básicamente, en una dificultad respiratoria creciente: conforme el cuadro avanza puede acompañarse de tos con expectoración que puede ser de color rosado, debido a que contiene sangre.
- En el caso del edema cerebral, el líquido se acumula en el cerebro. Los síntomas, en este caso, pueden ser torpeza, confusión mental, dolor de cabeza más intenso, alucinaciones, pérdida de equilibrio… Puede dar la impresión de que la persona está borracha pese a no haber ingerido una gota de alcohol.
Si aparecen síntomas de edema pulmonar o cerebral, a la persona debe administrársele oxígeno y recibir de inmediato asistencia médica inmediata.
Si no es posible, al menos debe iniciarse el descenso a alturas menos elevadas, hasta que pueda recibir asistencia. El simple hecho de descender puede hacer que el cuadro mejore sustancialmente, así que no caigas en el error de intentar “subir un poco más” para, por ejemplo, alcanzar un refugio.
Cómo prevenir el mal de altura
El mejor modo de evitar el mal de altura es ir ascendiendo lentamente, de manera gradual:
- Se recomienda hacerlo pausadamente, al ritmo en que cada persona se vaya encontrando a gusto, evitando forzar el organismo, pernoctando a medio camino si es necesario. Una posible pauta es emplear un par de días para ascender hasta los 2.500 metros, y después un día más por cada 300-700 metros adicionales.
- Presentar una buena forma física en absoluto garantiza que no vaya a desarrollarse mal de altura. Puede ser incluso contraproducente, si la persona confía demasiado en su estado físico y desoye las recomendaciones.
- Se recomienda evitar la actividad física intensa durante unos días después de llegar al lugar de destino.
- Es aconsejable beber muchos líquidos y restringir el consumo de sal.
- Reparte la ingesta de comida, tomando cantidades moderadas cada poco tiempo en vez de dos o tres comidas muy pesadas.
- Se desaconseja el consumo de alcohol.
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