VIH/sida: preguntas con respuesta

Aunque hay una tendencia a la baja, las nuevas infecciones por el VIH en España continúan en niveles elevados. Preocupan especialmente los diagnósticos tardíos, señal de que muchas personas que viven con el VIH no son conscientes de estar infectadas. La detección precoz es clave para frenar el avance.
VIH son las iniciales del Virus de la Inmunodeficiencia Humana. Se trata de un retrovirus, lo que significa que, para reproducirse, necesita convertir su material genético (ARN) en ADN. Y esto lo hace parasitando un tipo de linfocito que hay en nuestro organismo, conocido como CD4 o T4, al que terminará destruyendo. Un linfocito que tiene un papel vital: es el responsable de reconocer los diferentes tipos de virus, bacterias, hongos y parásitos invasores y activar el sistema inmune que es el que se encarga de la defensa.
La lucha de nuestro organismo contra el VIH es lenta y compleja, pero con el paso del tiempo (pueden transcurrir años) y, salvo que le facilitemos la ayuda con medicamentos externos (los famosos antirretrovirales), lo normal es que pierda la batalla:
- Llegará un momento en que el ritmo de infección del retrovirus sobre los linfocitos T4 supere la velocidad con que el cuerpo humano crea otros nuevos, debilitando definitivamente el sistema inmunitario.
- Luego es cuando quedan expuestos los órganos y tejidos del organismo a todo tipo de infecciones: tuberculosis, neumonía, candidiasis, etc. A partir de ese momento se habla ya de sida (las siglas de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida).
VIH en España: ¿crece o disminuye?
Entre 120.000 y 150.000 personas viven con VIH en España. De ellas, se estima que una quinta parte aún no lo sabe.
Este mes de noviembre de 2022 se han dado a conocer los datos previsionales del año 2021, durante el cual se notificaron 2.786 nuevos diagnósticos de infección por VIH en España, de los cuales el 86,1% eran varones. La transmisión en hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres se mantuvo como la más frecuente (56,3%), seguida de la heterosexual (25,4%) y la que se produce entre usuarios de drogas inyectadas (1,6%). El 38,6% de los nuevos diagnósticos de infección por el VIH se realizó en personas originarias de otros países.
Una cifra global de nuevas infecciones que está en línea con la registrada en 2019, después del bajón de notificaciones registrado en 2020 y que muy posiblemente se debió a factores relacionados con la pandemia de covid-19. Si ampliamos el foco y tenemos en cuenta la evolución en el periodo 2013-2021, la tendencia general es descendente.
El reverso de la moneda lo supone sin embargo el diagnóstico tardío, que ha aumentado tanto a nivel global como según los principales modos de transmisión. En 2021, de hecho, la mitad de los nuevos diagnósticos (el 49,8%) se hizo de forma tardía. Un dato que dificulta la reducción de las transmisiones: si todas estas personas conocieran su estado serológico, podrían empezar precozmente un tratamiento que además de evitar la progresión a sida reduce la carga viral a niveles indetectables y consigue entonces que la infección deje de ser transmisible a sus parejas sexuales, con independencia de sus prácticas.
¿Cómo avanza la enfermedad?
Cursa en varias fases
- Infección aguda o primo infección. Así se conoce a la primera fase de la enfermedad, que tiene lugar entre una y cuatro semanas después de la infección del virus VIH. Es difícil de reconocer, ya que a menudo no presenta síntomas y cuando lo hace pueden confundirse con los de una breve gripe.
- Fase asintomática. Sucede a la anterior y es mucho más prolongada en el tiempo. Dependiendo de cada persona, puede durar entre unos pocos años y más de diez. Es a lo largo de este periodo cuando el sistema inmunitario del enfermo va debilitándose lenta pero irremisiblemente; salvo que se trate al paciente con antirretrovirales, claro.
- Fase sintomática. Es la tercera y última fase. Se llama así porque marca el inicio de los síntomas, que son los propios de las enfermedades oportunistas: aquellas que surgen como consecuencia de la debilidad del sistema inmunitario. Los primeros suelen ser problemas bucales (úlceras, gingivitis) y en el esófago (como la candidiasis esofágica, que produce placas que dificultan la deglución). Otros frecuentes son la dermatitis seborreica, el cansancio, la fiebre y los sudores nocturnos, las diarreas y la pérdida de peso; pero también la tuberculosis, las infecciones del sistema nervioso o los tumores (de los que el sistema inmunitario también nos protege). La demencia es otra manifestación más, pero en este caso se trata de un efecto directo del VIH.
¿Cómo se transmite el VIH?
El virus VIH se transmite a través de:
- la sangre (incluida la de la menstruación),
- el esperma,
- los fluidos vaginales y la leche materna de la persona infectada.
- de forma predominante, las relaciones sexuales no protegidas
- de madre a hijo,
- por transfusiones no controladas de sangre o hemoderivados (en España se hacen controles desde 1987),
- por un accidente en el ámbito sanitario (en una intervención quirúrgica, por ejemplo),
- por el intercambio de jeringuillas entre drogodependientes.
Y cómo no se transmite
El VIH no se transmite a través del sudor, la saliva o la picadura de un mosquito, por compartir objetos de uso cotidiano: un vaso, un tenedor...
VIH son las iniciales del Virus de la Inmunodeficiencia Humana. Se trata de un retrovirus, lo que significa que, para reproducirse, necesita convertir su material genético (ARN) en ADN. Y esto lo hace parasitando un tipo de linfocito que hay en nuestro organismo, conocido como CD4 o T4, al que terminará destruyendo. Un linfocito que tiene un papel vital: es el responsable de reconocer los diferentes tipos de virus, bacterias, hongos y parásitos invasores y activar el sistema inmune que es el que se encarga de la defensa.
La lucha de nuestro organismo contra el VIH es lenta y compleja, pero con el paso del tiempo (pueden transcurrir años) y, salvo que le facilitemos la ayuda con medicamentos externos (los famosos antirretrovirales), lo normal es que pierda la batalla:
- Llegará un momento en que el ritmo de infección del retrovirus sobre los linfocitos T4 supere la velocidad con que el cuerpo humano crea otros nuevos, debilitando definitivamente el sistema inmunitario.
- Luego es cuando quedan expuestos los órganos y tejidos del organismo a todo tipo de infecciones: tuberculosis, neumonía, candidiasis, etc. A partir de ese momento se habla ya de sida (las siglas de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida).
VIH en España: ¿crece o disminuye?
Entre 120.000 y 150.000 personas viven con VIH en España. De ellas, se estima que una quinta parte aún no lo sabe.
Este mes de noviembre de 2022 se han dado a conocer los datos previsionales del año 2021, durante el cual se notificaron 2.786 nuevos diagnósticos de infección por VIH en España, de los cuales el 86,1% eran varones. La transmisión en hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres se mantuvo como la más frecuente (56,3%), seguida de la heterosexual (25,4%) y la que se produce entre usuarios de drogas inyectadas (1,6%). El 38,6% de los nuevos diagnósticos de infección por el VIH se realizó en personas originarias de otros países.
Una cifra global de nuevas infecciones que está en línea con la registrada en 2019, después del bajón de notificaciones registrado en 2020 y que muy posiblemente se debió a factores relacionados con la pandemia de covid-19. Si ampliamos el foco y tenemos en cuenta la evolución en el periodo 2013-2021, la tendencia general es descendente.
El reverso de la moneda lo supone sin embargo el diagnóstico tardío, que ha aumentado tanto a nivel global como según los principales modos de transmisión. En 2021, de hecho, la mitad de los nuevos diagnósticos (el 49,8%) se hizo de forma tardía. Un dato que dificulta la reducción de las transmisiones: si todas estas personas conocieran su estado serológico, podrían empezar precozmente un tratamiento que además de evitar la progresión a sida reduce la carga viral a niveles indetectables y consigue entonces que la infección deje de ser transmisible a sus parejas sexuales, con independencia de sus prácticas.
Cursa en varias fases
- Infección aguda o primo infección. Así se conoce a la primera fase de la enfermedad, que tiene lugar entre una y cuatro semanas después de la infección del virus VIH. Es difícil de reconocer, ya que a menudo no presenta síntomas y cuando lo hace pueden confundirse con los de una breve gripe.
- Fase asintomática. Sucede a la anterior y es mucho más prolongada en el tiempo. Dependiendo de cada persona, puede durar entre unos pocos años y más de diez. Es a lo largo de este periodo cuando el sistema inmunitario del enfermo va debilitándose lenta pero irremisiblemente; salvo que se trate al paciente con antirretrovirales, claro.
- Fase sintomática. Es la tercera y última fase. Se llama así porque marca el inicio de los síntomas, que son los propios de las enfermedades oportunistas: aquellas que surgen como consecuencia de la debilidad del sistema inmunitario. Los primeros suelen ser problemas bucales (úlceras, gingivitis) y en el esófago (como la candidiasis esofágica, que produce placas que dificultan la deglución). Otros frecuentes son la dermatitis seborreica, el cansancio, la fiebre y los sudores nocturnos, las diarreas y la pérdida de peso; pero también la tuberculosis, las infecciones del sistema nervioso o los tumores (de los que el sistema inmunitario también nos protege). La demencia es otra manifestación más, pero en este caso se trata de un efecto directo del VIH.
¿Cómo se transmite el VIH?
El virus VIH se transmite a través de:
- la sangre (incluida la de la menstruación),
- el esperma,
- los fluidos vaginales y la leche materna de la persona infectada.
- de forma predominante, las relaciones sexuales no protegidas
- de madre a hijo,
- por transfusiones no controladas de sangre o hemoderivados (en España se hacen controles desde 1987),
- por un accidente en el ámbito sanitario (en una intervención quirúrgica, por ejemplo),
- por el intercambio de jeringuillas entre drogodependientes.
Y cómo no se transmite
El VIH no se transmite a través del sudor, la saliva o la picadura de un mosquito, por compartir objetos de uso cotidiano: un vaso, un tenedor...
Si tengo buena salud, ¿puedo estar infectado?
El hecho de gozar de buena salud no significa que no se haya podido infectar con el VIH en el pasado. De hecho, una persona infectada puede estar absolutamente libre de síntomas durante más de 10 años. Por eso, si duda, hágase la prueba.
Puedo estar infectado si soy fiel a mi pareja (y ella a mi)
Sólo existen garantías de no estar infectados si para ambos se tratase de su primera pareja sexual, o porque ambos hubiesen dado negativo en las pruebas del sida previamente (teniendo en cuenta el periodo ventana) y desde entonces se mantienen absolutamente fieles. Insistimos: aunque no tengas síntomas de la infección es posible que la hayas adquirido antes de conocer a tu actual pareja.
¿Es el sexo oral una práctica de riesgo?
Sí lo es, si no se practica con protección. Hay riesgo si los fluidos sexuales masculinos (esperma) o femeninos (flujo) entran en contacto con la boca, porque es posible que exista alguna pequeña herida en ella (una llaga, gingivitis...). De hecho, cualquier corte o herida en la piel o en las mucosas puede funcionar como una puerta de acceso del VIH al organismo si entra en contacto con estos fluidos.
Eso sí, conviene adjudicar a cada práctica su riesgo verdadero. El riesgo del sexo oral, en este sentido, es extremadamente inferior al de una penetración anal no protegida.
¿Con el preservativo se puede prevenir?
Efectivamente. Con el preservativo (masculino o femenino) y, en el sexo oral sobre una mujer, con el cuadrante de látex (o en su defecto un preservativo abierto con un corte).
¿Es posible llevar una vida normal con VIH?
Hoy en día miles de personas en nuestro país conviven con el VIH y llevan una vida absolutamente normal: trabajan, tienen hijos... Aunque no es lo mismo empezar a tratarse en las primeras etapas que en las últimas, una vez que se ha desarrollado la enfermedad.
Sin embargo, no debe perderse nunca de vista que la infección obliga a seguir un tratamiento crónico y verse expuesto a potenciales efectos adversos. Además de que no todos los afectados responden igual de bien. La lipodistrofia, alteraciones óseas, metabólicas, del sistema nervioso o envejecimiento prematuro son algunas de las patologías que encontramos más frecuentemente en las personas con VIH, aunque por fortuna cada vez es más raro verlas en las personas que comienzan el tratamiento de forma precoz.
Sin embargo, las mayores dificultades del día a día tienen que ver con un claro y alarmante rechazo social producido por el desconocimiento de la infección.
¿Dónde se hace la prueba del VIH?
Para hacer la prueba del VIH
- Puedes acudir al médico de cabecera.
- Puedes adquirir en la farmacia un test de autodiagnóstico.
- O bien acudir a alguno de los centros donde esta prueba se realiza de manera gratuita. Infórmate en la web de Infosida, de CESIDA o llamar al 900 111 000 (teléfono de información sobre VIH y otras infecciones de transmisión sexual del Ministerio de Sanidad, gestionado por Cruz Roja).
¿En qué consiste la prueba?
- Método ELISA
Es la forma habitual de detectar el VIH. Se trata de un análisis de sangre que no mide directamente la presencia del virus sino de los anticuerpos fabricados por el organismo para neutralizarlo. Tradicionalmente, el resultado no se conocía hasta pasados varios días. Por eso, los laboratorios han desarrollado nuevas pruebas de diagnóstico ELISA que ofrecen resultados en unos 20 minutos. Es lo que se denomina popularmente “prueba rápida”. Eso sí, si el ELISA es positivo se confirma luego con un segundo análisis (generalmente, el conocido como "Western Blot", aunque hay otras posibilidades).
- Detección del material genético del VIH
Son pruebas más laboriosas, que sí miden directamente la presencia del virus. Están indicadas en niños recién nacidos de madre infectada, ya que los anticuerpos que transporta el bebé pueden ser los de la propia madre, o en personas que pudieran haber sido infectadas muy recientemente en las que se necesitara imperiosamente tener un diagnóstico seguro, puesto que no es posible detectar los anticuerpos del VIH hasta pasadas varias semanas (es el llamado periodo ventana). También sirven para conocer la cantidad de virus en el organismo de una persona infectada (la llamada "carga viral").
¿Cuánto tiempo hay que esperar?
Cuando alguien sospechaba que podía haberse infectado por el VIH, especialmente después de haber tenido una práctica sexual de riesgo, tradicionalmente se recomendaba esperar un mínimo de tres meses antes de hacerse la prueba. Ese plazo de espera es lo que se denomina “periodo ventana”: el periodo de tiempo mínimo que asegura que las pruebas van a dar un resultado seguro, sea positivo o negativo.
Hoy día, sin embargo, los estudios científicos han demostrado que esa recomendación no es útil ni práctica. ¿Por qué? Por una parte, porque las pruebas disponibles detectan los anticuerpos cada vez más pronto. Por otra, porque conforme pasa el tiempo desde el momento de la práctica de riesgo, puede disminuir la motivación para hacerse la prueba. Y más en un proceso como es la infección por VIH, en el que el afectado puede estar sin ningún tipo de síntomas durante años. Por eso, ante la sospecha, lo mejor es acudir a hacerse la prueba.
En cualquier caso, si el resultado ha sido negativo pero ha existido una situación de riesgo reciente conviene repetir la prueba al cabo de tres meses.
¿Los tratamientos contra el VIH son eficaces?
Los únicos medicamentos efectivos contra el VIH/sida son los antirretrovirales.
¿Cómo actúan? No destruyen el VIH, pero evitan que se reproduzca a costa de los linfocitos T4 del organismo, frenando así el desarrollo de la enfermedad, manteniendo activo el sistema inmune del paciente y prolongando su esperanza de vida. De hecho, dependiendo de la persona y de la fase de la enfermedad en la que se encuentre (cuanto más temprana mejor), son capaces de reducir el VIH hasta niveles casi indetectables: lo que se conoce como "carga viral 0".
Existen dos tipos fundamentales de antirretrovirales:
- los inhibidores de la transcriptasa (la enzima que ayuda a convertir el ARN viral en ADN)
- los inhibidores de la proteasa (la enzima necesaria para el “montaje” final de los nuevos virus)
Cada uno ataca al virus desde un determinado frente, por lo que su prescripción conjunta aumenta su efectividad. Es lo que se conoce como terapia combinada, el gran avance terapéutico en la lucha contra el sida de los últimos años. Claro que también se ha demostrado la enorme importancia de la “adherencia” al tratamiento: de poco sirve esta terapia combinada si luego el paciente no respeta las dosis y el horario de cada toma.
Hoy día, y a diferencia de lo que ocurría hace unos años, se recomienda la administración de antirretrovirales a todas las personas con infección por el VIH diagnosticada, con independencia de su tasa de linfocitos T4 o de su carga viral. También, por supuesto, cuando la persona está ya en una fase sintomática. El objetivo del tratamiento es evitar la progresión de la enfermedad, disminuir la transmisión del virus y limitar el efecto nocivo sobre otros problemas de salud coexistentes.
¿Tienen los antriretrovirales efectos adversos?
Los medicamentos antirretrovirales pueden dar lugar a diversos efectos secundarios, como naúseas, vómitos, dolor de cabeza o insomnio, entre otros. Otro efecto bien conocido en el caso de los fármacos más antiguos era la lipodistrofia (una alteración en la distribución de la grasa corporal que consiste en que esta se pierde en la cara y se acumula en la nuca y el abdomen). Para combatir estos efectos, los pacientes tienen que tomar a veces otros medicamentos, a los que en ocasiones tendrán que añadir aquellos otros dirigidos a combatir las enfermedades oportunistas.
Por fortuna, a lo largo de los años han aparecido antirretrovirales más cómodos de tomar y con menos efectos adversos, pero en cualquier caso seguir un tratamiento crónico no es una situación idílica. Mucho mejor que tener que tomar estos medicamentos es evitar la infección.
¿Sirven los antiretrovirales para prevenir?
Una mujer embarazada infectada tiene entre un 15% y un 30% de posibilidades de dar a luz un niño infectado (y hasta un 45% si luego le da el pecho). Pero solo en el caso de que la madre no tome antirretrovirales. De hacerlo, el porcentaje se reduce hasta el 1%.
Los antirretrovirales también reducen el riesgo de infección tras una exposición accidental al VIH. Para ello deben empezar a tomarse, como muy tarde, antes de que pasen 72 horas, y mantenerse durante un periodo de 28 días. Se trata de una actuación relativamente excepcional que puede practicarse, por ejemplo, en personal sanitario que se pinche accidentalmente con una aguja infectada, o en una persona que haya mantenido una relación con penetración con una persona seropositiva en la que se haya producido una rotura del preservativo. Es lo que se denomina “profilaxis postexposición”.
Existe, además, la "profilaxis preexposición", que consiste en que una persona que en su vida cotidiana presenta un riesgo elevado de transmisión tome medicación de forma preventiva. En España, el Sistema Nacional de Salud la financia en supuestos muy específicos:
1. Hombres que tienen sexo con hombres y personas transexuales VIH-negativas mayores de 18 años con al menos dos de los siguientes criterios:
- Más de 10 parejas sexuales diferentes en el último año.
- Práctica de sexo anal sin protección en el último año.
- Uso de drogas relacionado con el mantenimiento de relaciones sexuales sin protección en el último año.
- Administración de profilaxis postexposición en varias ocasiones en el último año.
- Al menos una infección de transmisión sexual bacteriana en el último año.
2. Mujeres en situación de prostitución VIH-negativas que refieran un uso no habitual del preservativo.
La profilaxis preexposición debe ser prescrita exclusivamente por profesionales expertos en VIH que trabajen en centros con garantías para el seguimiento de las personas que la siguen.
Por lo que se refiere a si una persona con VIH en tratamiento puede o no transmitir la infección a sus parejas en relaciones no protegidas, el consenso científico es claro: cuando la terapia antiretroviral logra la supresión de la carga viral (menos de 200 copias/mililitro o niveles indetectables del virus en sangre), la terapia evita, en efecto, la transmisión sexual del VIH. Aquellas personas que toman la terapia antirretroviral tal y como les ha sido prescrita, logran y mantienen una carga viral indetectable no presentan, por tanto, riesgo de transmisión sexual del virus a una pareja seronegativa.
¿Para cuándo la vacuna contra el VIH?
Sea como sea, la esperanza sigue puesta en el desarrollo de una vacuna contra el VIH, aunque no se esperan resultados concluyentes hasta dentro de varios años. A día de hoy, además, parece más probable que se desarrolle antes una vacuna terapéutica (cuyo objetivo sea potenciar la respuesta inmunitaria frente al VIH en personas ya infectadas) que una vacuna preventiva.