El día 19 de septiembre llevé a mi gatita de 8 años por cáncer mamario. Se solicitó una evaluación previa para decidir si se le operaba o no, dependiendo del estado en que se encontrara, y tal evaluación nunca se llevó a cabo. Laia, la “veterinaria” de la tienda, decidió operarla directamente sin avisarme ni darme opción, cuando se le solicitó que lo hiciera para decidir si quería realizar la operación o no.
Dado el avanzado estado del cáncer que se apreció en la biopsia posterior a la operación, el estado de la gata se agravó en vez de mejorar, apareciendo diferentes secuelas. Eso ha derivado en la muerte de la gata en menos de un mes. Le agravó su situación cuando, si la operación no se hubiese hecho (consultado con otro centro veterinario), el proceso con quimioterapia podría haber mantenido con vida a la gata hasta un año.
Quiero añadir que este “centro” me exigió el pago íntegro previamente a decidir si quería realizar la operación o no. El día de la operación, y tras cuatro horas de espera sin tener noticias, me puse en contacto con el centro y me dijeron que ya estaban realizando la operación. En ese momento les dije que por qué no se pusieron en contacto conmigo, como les solicité que hicieran. Se tomaron esa libertad, con las consecuencias que todo esto ha acarreado.
Con esto quiero dejar claro que no confiéis tanto en esta cadena de incompetentes, ya que lo mismo que me ha ocurrido a mí puede pasarles a otros. En cuanto supieron que a mi gata la trataban en otro centro veterinario de reputación, porque no quería que ellos la trataran más visto su nivel de incompetencia, —qué casualidad— empezaron a interesarse por el estado de mi gata día tras día, hasta el punto de tener que bloquearles en WhatsApp. No han hecho más que defenderse unos a otros.