Como persona que lleva años siendo cliente fiel del Lidl, me siento obligado a compartir algo que llevo tiempo notando pero que, en los últimos días, me ha dolido profundamente.
En dos ocasiones consecutivas, atendido por diferentes cajeras, he recibido un trato claramente distinto al del resto de clientes. En ambos casos saludé con educación —“Hola, buenas” o “Buenos días”— y no recibí ni una mirada, ni respuesta, ni el mínimo gesto de cortesía. En cambio, tanto las personas delante como detrás de mí (todas españolas) fueron recibidas con sonrisas, saludos amables e incluso pequeñas charlas.
No es la primera vez que noto cierta frialdad en el trato hacia mí, pero siempre quise pensar que era por el estrés del trabajo o por pura casualidad. Esta vez, al ver que se repite exactamente el mismo patrón, con diferentes empleadas y el mismo resultado, ya no puedo ignorarlo. Me ha hecho sentir invisible, juzgado por mi aspecto o mi origen, como si no mereciera el mismo respeto que los demás.
Nunca he causado un problema en esa tienda, voy casi a diario, y me esfuerzo por ser siempre educado. No pido un trato especial, solo que se me trate con la misma dignidad y cortesía que al resto. Lo que me ha pasado no debería ocurrir en ningún comercio, y mucho menos en una cadena tan grande como Lidl.
Pido que esto se tome en serio. No quiero venganza, solo justicia, y que ningún cliente más tenga que sentirse como yo me sentí esos días: como si no valiera lo mismo por cómo me veo.
Gracias a la OCU por ofrecer este espacio para alzar la voz. Ojalá sirva para algo.