A quien corresponda:
El pasado 25 de julio de 2025, un grupo de siete mujeres contratamos un paseo en velero de dos horas con la empresa Barcelona Sailing Day, con salida desde el Moll de la Marina en Barcelona. Lo que debía ser una experiencia agradable y segura se convirtió en una de las situaciones más traumáticas que hemos vivido.
Durante esa semana, las previsiones meteorológicas advertían lluvias y tormentas en la ciudad. El día anterior, el 24 de julio, nos comunicamos con la empresa para confirmar si, dadas las condiciones, el paseo seguía en pie. La respuesta fue afirmativa, indicando que “no tenían una bola de cristal” para prever con certeza la tormenta, pero que la actividad se mantenía.
A la hora convenida, abordamos el velero. El capitán nos informó de que intentaría evitar las nubes negras tomando rumbo opuesto. Sin embargo, al llegar a Port Vell, y después de llamadas de advertencia de nuestros familiares, antes de que empezara la tormenta y con el velero en un lugar seguro, le pedimos desembarcar en ese punto por seguridad y miedo de parte de todas las tripulantes, pero se nos negó con el argumento de que, por temas de seguros y política de la empresa, debíamos regresar al punto de partida.
Obligadas a continuar, corrimos al camarote mientras el capitán decidía navegar de vuelta directamente hacia la tormenta (sin nuestro consentimiento). Lo que siguió fue una experiencia aterradora: granizo, riesgo real de vuelco, mareada intensa, vómitos, gritos, pánico generalizado y miedo por nuestras vidas.
En ese momento, descubrimos que:
1. No había chalecos salvavidas en ningún armario del velero.
2. La radio del barco no funcionaba, por lo que el capitán no podía comunicarse con nadie.
3. El capitán no tenía contacto previo con la empresa ni instrucciones actualizadas del clima (nadie le informó absolutamente nada).
4. La única vía de comunicación fue mi teléfono personal, con el que llamamos, múltiples veces, desesperadas a la empresa pidiendo ayuda. La respuesta fue que “no podían hacer nada” y que el capitán debía continuar como pudiera con un trato muy malo y con tonos groseros. Cuando él tomó el teléfono, por primera vez pudo comunicarse con la empresa. Poco después, el motor de la embarcación falló por completo. El capitán tuvo que emitir una señal de emergencia (“Mayday”) sin respuesta de nadie y nosotras decidimos llamar al 112 para que nos enviara una embarcación de rescate.
El velero logró llegar al puerto navegando con vela, y nos dejó exactamente en el lugar donde previamente pedimos desembarcar y se nos negó.
Queremos dejar constancia pública de lo ocurrido por la gravedad del caso, más allá del reembolso recibido. Las vidas de ocho personas estuvieron en riesgo real durante casi dos horas por una cadena de negligencias:
1. Se autorizó la salida pese a alertas meteorológicas públicas.
2. No se dotó el barco con el material de seguridad obligatorio.
3 No existía una radio operativa ni comunicación efectiva entre el capitán y la empresa. Incluso no había comunicación con la Marina.
4. Se antepuso la logística y el protocolo interno a la vida de los pasajeros.
5. Se ignoraron nuestras súplicas de desembarcar mientras aún era seguro hacerlo.
6. Nos dijeron después, que los paseos posteriores al nuestro fueron cancelados por mal clima. ¿Por qué no se canceló el nuestro? ¿Por qué nadie avisó al capitán? ¿Qué hubiera pasado si el barco volcaba? ¿Cómo el capitán no estaba informado sobre las condiciones meteorológicas?
Esta reclamación tiene como objetivo que la empresa asuma las consecuencias de sus actos y adopte medidas urgentes para que jamás se repita una situación como esta o jamás vuelvan a dar un paseo.
La vida de los pasajeros no puede quedar al margen de un cronograma o de una previsión mal gestionada. No es cobrar por cobrar. Nadie tiene "una bola de cristal" pero hubo falta de comunicación, el capitán no nos escuchó cuando pudo haberse ahorrado todo este mal rato con simplemente dejarnos antes de la tormenta por petición nuestra.
Lo que debía ser un día de celebración y alegría (la despedida de soltera de mi hermana) terminó siendo el peor día de nuestras vidas. En lugar de brindar y reír, nos vimos escribiendo mensajes de despedida a nuestras familias, convencidas de que no íbamos a sobrevivir.