El 7 de junio de 2025 me desplacé junto al mecánico el día y la hora que él me indicó con antelación para revisar el vehículo Ford Focus Titanium 1.0 Ecoboost (matrícula 4531HNC), con el objetivo de determinar su estado mecánico antes de comprarlo. Tras la inspección sospeché que el mecánico pudiera encontrarse bajo los efectos del alcohol, circunstancia que él mismo confirmó al día siguiente mediante WhatsApp (se adjunta prueba Nº1). A pesar de ello, me recomendó la compra en el momento, asegurando que el vehículo únicamente presentaba un fallo de culata cuya reparación no superaría los 1.500 € y que estaría lista en un plazo máximo de seis días en su taller. Confiando en su criterio profesional, adquirí el vehículo y lo trasladé de inmediato en grúa a las instalaciones del taller (Carrocerías Carzone Pintura; Reparaciones y Mecánica Rápida S.L., calle Carlos Aurioles 28, 28018 Madrid). Desde el día siguiente el mecánico incumplió lo prometido, negando la posibilidad de reparar en el plazo acordado e iniciando una cadena de irregularidades, negligencias y sobrecostes.
A lo largo de junio y julio de 2025, el taller me fue imponiendo nuevos conceptos sin previo aviso ni autorización clara: el 23 de junio incrementó el presupuesto a 1.979,64 € (IVA incl.), frente a los 1.288,66 € apalabrados inicialmente (se adjunta prueba Nº2), alegando que el vehículo tenía la correa de distribución bañada en aceite, lo que suponía un incremento en la complejidad de las tareas de sustitución. El 28 de junio me exigió 250 € adicionales al haber detectado también un fallo en el turbo (se adjunta prueba Nº3), sin informarme ni darme opción a elegir el tipo de recambio a instalar, adquiriendo por decisión propia un turbo de desguace a nombre del taller (se adjuntan prueba Nº 4, 5, 6 y 7). Además, me notificó que ese importe se encontraba fuera del presupuesto únicamente después de haber realizado el pago (se adjunta prueba Nº8). El 1 de julio exigió de nuevo otro anticipo de 900 € para poder continuar con la reparación.
Durante todo este tiempo, el taller se negó sistemáticamente a fijar fecha de entrega, incluso cuando lo solicité por escrito en repetidas ocasiones (3, 14, 15, 21, 22, 24, 25 y 26 de julio), limitándose a evasivas como “cuando esté, te aviso”. El 15 de julio, el mecánico reconoció carecer de la herramienta necesaria para desmontar el cigüeñal, proponiendo hacerlo “a golpes” e intentando que yo asumiera la responsabilidad en caso de causar un daño grave al motor, a lo que me negué rotundamente. Posteriormente, el 23 de julio, me comunicaron que la culata ya rectificada presentaba una grieta y debía sustituirse, obligándome a asumir el coste inicial de rectificación en vano (que según su criterio profesional iba a ser suficiente) y a buscar yo mismo otra pieza nueva.
El 24 de julio comuniqué que tenía previsto un viaje e iba a encontrarme fuera de Madrid 15 días a partir del día 29 de julio. Pregunté en repetidas ocasiones si podría contar con el coche, pero no recibí respuesta alguna. El 25 y 26 de julio, el mecánico llegó a colgarme llamadas y me indicó que “me aguantara” o “llevara el coche a otro taller”, negándose repetidamente a indicar una fecha de entrega aproximada.
El 31 de julio, el taller me comunicó sin previo aviso que el coche debía retirarse en tres días, bajo amenaza de cobros por estancia, a sabiendas de que yo me encontraba fuera de Madrid. El vehículo fue recogido el 1 de agosto por mi padre, D. José Ramón San Martín Suárez (DNI 07233204A), quien firmó la factura en disconformidad (se adjunta prueba Nº9) al faltar conceptos como la pieza del turbo y la culata, dejando constancia de reserva de inspección técnica y advirtiendo de daños estéticos en la pintura no presentes al inicio. El taller se negó a repararlos (se adjunta prueba Nº10). En ese momento, el coste acumulado ya superaba en 1.796 € el presupuesto original, con más de un mes de retraso, múltiples negligencias, amenazas y un servicio defectuoso. Presenté mi primera reclamación.
El 16 de agosto, al regresar a Madrid y revisar el vehículo por primera vez, comprobé que presentaba una grave falta de potencia y un fuerte soplido al acelerar. El 18 de agosto, tras reclamarlo, el taller aceptó recibir el vehículo en garantía (se adjunta prueba Nº11), aunque se negó de nuevo a reparar los daños estéticos. El día 19, tras sucesivos cambios de hora intencionados en la cita y un trato con gritos y amenazas hacia mí y mi padre, finalmente admitieron el coche (con 125.231 km en el momento de la entrega), comunicando después que el problema era del turbo y que lo sustituirían en garantía.
El 21 de agosto me informaron que ese segundo turbo que les entregó en garantía el desguace tampoco funcionaba y que probarían con un tercero. El 25 comunicaron que el tercer turbo funcionaba y que el vehículo estaba listo para su recogida. El 27 acudí a probar el coche acompañado de mi padre y de un mecánico de confianza, quien inmediatamente se dio cuenta de que persistía la falta de potencia y el soplido al acelerar. Ellos reconocieron saberlo y se negaron a seguir cambiando turbos en garantía del desguace (se adjunta prueba Nº16), exigiéndome asumir el coste de uno nuevo y alegando falsamente y de forma completamente infundada que yo había decidido instalar uno de desguace para ahorrar costes. Llegaron a afirmar delante de nosotros: “yo no te voy a arreglar el coche”.
Ante esta situación me negué a retirar el vehículo al no estar correctamente reparado y comuniqué expresamente que NO autorizaba que se tocara el coche a no ser que fuera para repararlo en garantía. Lo entregué con 125.367 km y más de medio depósito lleno (se adjunta prueba Nº12) . El 3 de septiembre me volvieron a amenazar con cobrarme gastos de estancia, por lo que el día 4 acudí con la grúa para trasladar el vehículo a otro taller, dando por resuelto el contrato por incumplimiento por parte del taller, ya que el coche no estaba reparado correctamente.
Al recogerlo me encontré con que el vehículo tenía 125.477 km (más de 100 km adicionales a cuando indiqué que no lo tocaran más) y el depósito casi vacío (se adjunta prueba Nº13). Solicité la devolución del importe del turbo, la mano de obra del turbo, la rectificación en vano de la culata y una indemnización por los daños en la pintura y los perjuicios derivados de los más de dos meses de retraso, así como otra indemnización por haber utilizado el coche sin mi consentimiento (consumiendo la mitad del depósito de gasolina). Se negaron a ello y retiré el coche en disconformidad, presentando esta reclamación y exigiendo la devolución y el pago de dichos conceptos.
Además, la hoja de reclamación que me proporcionaron no era autocopiativa, tratándose únicamente de una fotocopia (se adjunta prueba Nº14 y 15).
Por todo lo expuesto anteriormente, además de las correspondientes sanciones al taller, solicito la devolución íntegra de los importes abonados en concepto de pieza del turbo (250€ IVA incluido) y mano de obra de su instalación (423,50€ IVA incluido), así como del importe pagado en vano por la rectificación de la culata que resultó inútil al tener que ser sustituida por completo (217,80€ IVA incluido). Reclamo igualmente una indemnización por los daños estéticos en la pintura ocasionados durante la estancia del vehículo en el taller (400€), y por los perjuicios derivados de los más de tres sin poder disponer del vehículo (1.000€). Asimismo, requiero una compensación adicional por la utilización no autorizada de mi vehículo durante el tiempo que permaneció en sus instalaciones, con más de 100 km recorridos sin mi consentimiento (100€) y con la pérdida de medio depósito de combustible (50€). Todo ello suma la cantidad de 2.441,30€.