Al contratar un préstamo personal, adquieres un compromiso de pago ineludible que debes cumplir durante todo el plazo pactado y el incumplimiento puede generar consecuencias graves. Un simple retraso en el pago de una cuota implicará que tu banco te exija el pago de las cantidades pendientes, más intereses de demora y, en muchos casos, una comisión por reclamación de posiciones deudoras. Si regularizas tu situación y pagas estas cantidades, el préstamo continuará con normalidad, aunque el retraso te habrá salido bastante caro.
Si el impago persiste, el banco puede activar la cláusula de vencimiento anticipado, incluida en la mayoría de los contratos, que permite exigir la devolución íntegra del capital pendiente junto con intereses y gastos. Antes de llegar a este punto, las entidades suelen intentar negociar con el cliente, ofreciendo fórmulas como refinanciación o reestructuración de deuda. Sin embargo, de no resolverse, acudirán a la vía judicial.
Como los préstamos personales se formalizan en contratos con fuerza ejecutiva, especialmente cuando se firman ante notario, las entidades pueden iniciar un procedimiento ejecutivo para reclamar la deuda rápidamente.