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Prevenir disputas con vecinos en la comunidad
hace 2 años - viernes, 12 de febrero de 2021
Resolver problemas entre vecinos.
Problemas con vecinos: más vale prevenir
La gran mayoría de los habitantes de las ciudades españolas conviven en el mismo edificio con decenas de vecinos. Comparten elementos comunes y a veces también paredes, techos o suelos. Una mala relación vecinal puede dar al traste con nuestra experiencia de vida cotidiana y en ocasiones es motivo para un cambio de casa.
La Ley de Propiedad Horizontal (LPH) regula unos mínimos deberes de convivencia. Lo hace al referirse a las actividades molestas. Para casos de gravedad, prevé un procedimiento judicial que puede terminar en una condena al cese de la actividad e incluso a la privación de uso de ese inmueble al propietario infractor por hasta tres años, o a la extinción de un arrendamiento si el origen del problema viene de un inmueble alquilado.
Qué hacer ante una actividad molesta en la comunidad.
Lógicamente, ese procedimiento está pensado para casos de molestias agudas y repetidas que no hayan podido solucionarse por vías amistosas. Al ser un procedimiento judicial conlleva gastos, tiempo (celebración de una junta, requerimientos previos, etc.) y la inevitable incertidumbre sobre el resultado del proceso, ya que hay cuestiones de prueba y de valoración de la intensidad de la molestia que quedan a la interpretación del juez.
Sin llegar a ese límite, ¿qué otras cosas podemos hacer para mejorar la relación con los vecinos?
Ponernos en el lugar del otro
Lo primero es preguntarse si nosotros somos unos vecinos respetuosos. ¿Qué ruido o molestias generamos? Hay que ponerse en el lugar de los demás. La televisión, la música, los aparatos domésticos, el aspirador los domingos por la mañana o la lavadora nocturna, los arreglos con martillo o taladro del sábado por la tarde, los ensayos de flauta, guitarra o piano, ruidos de una mascota, el bote de una pelota… Para uno mismo todo está siempre justificado, pero ¿cómo lo vive el vecino?
A la hora de sacar la basura, tender la ropa, usar el garaje, el patio o jardín, utilizar el ascensor o las escaleras, etc., hay que hacerlo siempre del modo cuidadoso en que nos gustaría que los demás lo hagan con nosotros, sin molestias que sean evitables.
Buena parte de los problemas con vecinos no vienen de situaciones puntuales de gravedad sino de la acumulación de pequeños comportamientos molestos repetidos en el tiempo y no resueltos ni hablados entre las partes. En lugar de encarar una situación poco cómoda, preferimos optar por la vía de hecho y responder con otra actuación molesta. Si tú haces ruido, yo hago más.
También hay que evitar hacer juicios de valor genéricos, que además de injustos no resuelven nada. En lugar de pensar "ya se sabe que los originarios de este país se comportan siempre así", seamos prácticos (además de correctos) y tratemos de buscar una solución al caso concreto, sin catalogar a nadie.
Cómo mejorar la relación con los vecinos
Si tú no me saludas, yo tampoco. “A mis años, ya no estoy para tonterías”. Con este argumento, nos acabamos encerrando en nuestro mundo. Es legítimo pero no facilita las cosas. El portal inmobiliario norteamericano Trulia hizo una encuesta en la que la mitad de los estadounidenses no conocían el nombre de sus vecinos. Aquí vivimos en edificios comunes pero habría que ver el resultado. La tendencia es al cada uno a lo suyo y no es la mejor opción, incluso si lo miramos desde un punto de vista egoísta.
No pensemos que traspasar el problema a un tercero va a mejorar la situación: ni la aseguradora, ni un abogado ni el administrador nos van a resolver el conflicto.
El mejor modo de prevenir problemas de vecindad es construir una buena relación con los vecinos. Y esto se puede trabajar. No todo el mundo nos debe caer bien, ni hay que plegarse siempre a las exigencias de los demás. Pero cuesta poco presentarse a los vecinos y aprovechar pequeñas oportunidades para crear un ambiente de respeto mutuo. Es evidente que si conocemos y tratamos con respeto a nuestros vecinos, nos costará más realizar actividades molestas, y viceversa. Y cuando surja un problema puntual, podremos hablarlo con naturalidad, evitando que la cosas vaya a más o que el conflicto se enquiste.
Si vas a realizar una obra o una reparación de cierta envergadura, o si vas a tener una cena o una fiesta con amigos, o a celebrar el cumpleaños de un hijo en compañía de diez alegres niños, puedes comentarlo al vecino para que esté sobre aviso y disculpe anticipadamente las molestias. En 8 de cada 10 casos nos dirá que no importa y será más tolerante ante esas molestias puntuales. Y a nosotros nos servirá como recordatorio de su existencia y de la necesidad de evitar excesos.
La oportunidad de una conversación
No es fácil llamar la atención a alguien sobre un determinado comportamiento sin que nos enfademos. Muchas veces el enfado es “solo nuestro”, se genera en nuestra cabeza antes de que en realidad hayamos hablado con la otra persona. Si no sabemos abordar el problema nos lo callamos hasta que explota o acabamos planteándolo como un grave conflicto en el que nos sentimos heridos o despreciados.
Conviene partir de la base de la otra persona no busca crearnos una molestia, sino que muchas veces no es consciente de cuánto nos molesta lo que hace. Por ello hay que acercarse a él de modo amistoso, creando las condiciones para una conversación abierta. Es difícil que esto salga espontáneamente en el rellano o a la entrada del portal. Primero porque coincidimos pocas veces y luego porque no sabemos iniciar la conversación, siempre tenemos prisa, etc.
Una opción puede ser, en vez de abordar el tema directamente en la calle, invitar a la otra parte a tomar un café diciéndole que queremos comentarle algo tranquilamente. Esto dará una pista al otro de que se trata de un asunto al que damos importancia, pero lo planteamos de un modo amistoso y no como un mero lanzamiento de acusaciones. En esa conversación tranquila, sentados, ya podremos exponer las cosas partiendo de la base de que seguramente el otro no es consciente de la molestia. Sin juzgar sus intenciones, le expondremos cómo nos sentimos cada vez que ocurre tal situación, de modo que él se haga cargo.
Si nos llaman la atención a nosotros
Pues sí, también ocurre que somos nosotros quienes molestamos al resto. Si un vecino se acerca a decírnoslo hay que escuchar con calma. Aunque lo que nos digan nos parezca discutible, hay que pensar que vale más ser receptivo y amistoso que “tener la razón”. Si podemos alegrarle o mejorar su vida con poco esfuerzo de nuestra parte, mejor. Aunque todo tiene in límite, claro. No vamos a asumir un gasto o reparación cuantiosa si no somos responsables. A veces habrá que seguir firmes, pero siempre se puede hacer de modo educado.
Una precaución: tener pruebas
En este tipo de disputas hay que distinguir entre lo que es respeto de las normas esenciales de educación y convivencia con lo que es el respeto a reglas legales o de funcionamiento de nuestra comunidad. Hay que conocer lo que dicen los estatutos o el reglamento de régimen interno. No tendría sentido persistir en una discusión en la que claramente no tengamos razón. Y si tenemos dudas, consultar con otro vecino de confianza que incluso podría hacer de mediador llegado el caso.
No es incompatible actuar de modo amistoso y con buena fe con el hecho de que guardemos rastro de los hechos. La experiencia dice que no siempre se arreglan las cosas con palabras y hay que estar prevenidos por si un conflicto se complica y hay que escalar en busca de soluciones. Para tomar medidas mayores siempre necesitaremos pruebas. Si la conversación no da resultado será interesante hacer un recordatorio por escrito, vía wasap o email, incluyendo alguna foto si es el caso. Si los ruidos son muy molestos y repetidos es posible que tengamos que llamar en alguna ocasión a la policía municipal para que haga mediciones y tome medidas.
Ayuda tener testigos o contar con otras personas que padezcan igualmente las molestias. Ser comprensivo no es ser ingenuo.
Cuando proceda, es mejor acudir a autoridades administrativas que al juez. La vía judicial debe ser la última alternativa.