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Pisos y tierras vacías: quién especula
hace 5 años - jueves, 14 de septiembre de 2017
La vivienda debe dejar de ser la ubre que alimenta a todo el aparato, si queremos que sea asequible como un bien básico.
Mucho se ha hablado y más se ha de hablar sobre los pisos vacíos en nuestras ciudades. Cuando mes a mes la vivienda se lleva por delante más de la mitad de los ingresos de un hogar, y cuando el futuro personal y familiar está encorsetado por la inaccesibilidad de un techo propio, tanto para jóvenes como para mayores, la existencia de inmuebles ociosos llama a la acción.
Si somos honestos deberemos reconocer que las más de las veces, ese supuesto especulador insolidario no es un lejano banquero caricaturizado, sino un pariente próximo, o nosotros mismos, que hemos ahorrado durante años para poder comprar legítimamente una casa, con intención de dejársela a un familiar o de ponerla en alquiler siempre que con ello no la pongamos en peligro.
Si somos honestos deberemos reconocer que gran parte del precio inflado de nuestra vivienda viene de sobre costes artificiales cargados sobre el suelo, sobre procesos urbanísticos eternos y complejos, sobre decenas de impuestos y tasas, sobre cientos de intermediarios que se van sumando en todo el proceso. Bajo la excusa de proteger al usuario o de subir impuestos al “rico constructor”, lo que se hace es inflar el precio final de la vivienda, hasta el límite de hacerla inaccesible para quien se está llamado a proteger. El resultado es frustrante: vivienda cara, pequeña, muchas veces mal acabada y ni siquiera energéticamente eficiente (¡a estas alturas!).
El problema de los pisos vacíos no se soluciona quitándole a uno por la fuerza eso que tanto (o tan poco) le ha costado. Se soluciona abaratando la vivienda de verdad, de modo que el piso valga mucho menos y no tenga sentido acumularlos. De hecho, pensamos que ya no lo tiene. Con las perspectivas demográficas, de salarios y de inflación, la vivienda está llamada a bajar su precio, de modo lento o más brusco.
¿Quién es el especulador?
Sin embargo, es fácil caer en la simplificación y dejarse llevar por ese dedo del político o del propagandista que señala al terrible especulador, culpable de todos los males. La imagen de unos señores gordos, trajeados y sonrientes, reunidos en un consejo de administración que decide acaparar casas baratas para provocar y aprovechar una escalada de su precio nos repugna a todos. Y no diremos que sea irreal. Pero, ¿es realmente LA causa de nuestros males?
Que la vivienda no sea un “bien escaso”
Si somos honestos deberemos reconocer que no tiene sentido concentrarnos como enjambres en barrios supuestamente “chic” de unas pocas ciudades, mientras dos tercios de nuestra superficie nacional se abandona y se desertifica.