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La burbuja inmobiliaria y el mito de la liberalización
hace 11 años - lunes, 14 de mayo de 2012
Editorial de OCU Fincas y Casas sobre las circunstancias de la aparición de la burbuja inmobiliaria en España. Si el precio se disparó no fue en ningún caso porque una pretendida liberalización permitiera o favoreciera la libre edificación de viviendas. Nuestro urbanismo es el prototipo de actividad intervenida.
Dentro de unos años los historiadores imparciales, o historiadores “a secas”, no tendrán dificultades para explicar la causa principal, que con ayuda de otras, provocó la burbuja inmobiliaria de la primera década del siglo. El precio se desbocó porque hubo una ola de acaparamiento, de especulación, facilitada materialmente – que no causada – por el inicio del euro, la facilidad de crédito y el aumento pasajero de población. Y ese acaparamiento, como fenómeno social, se produjo, como siempre, por la creencia extendida en un incremento indefinido de los precios, creencia basada en una demanda pretendidamente inagotable y en una oferta realmente encorsetada.
Como en otros fenómenos especulativos, las restricciones de oferta pueden responder a realidades naturales (escasez de un mineral raro) o a estructuras artificiales, como fue aquí el caso. Los historiadores no tendrán dificultades para explicar por qué los políticos obligaron a la población a vivir en colmenas situadas dentro de unos límites artificiales dibujados en las ciudades. Las líneas se trazaron con criterios arbitrarios que aseguraban una reserva de poder y alimentaban un sistema de enriquecimiento propicio a la corrupción, como lo prueban los miles de procesos judiciales en que se ven inmersos nuestros políticos por todo el territorio.
Los historiadores tampoco tendrán dificultades en explicar cómo los promotores estuvieron encantados con una "visión de ciudad" que les garantizaba grandes beneficios, a base de concentrar cientos de compradores de micro pisos en pequeñas parcelas de terreno. Pero donde sí encontrarán más dificultad esos historiadores es en explicar cómo y en qué momento muchos amantes de la naturaleza se adhirieron a los mismos postulados, añadiendo a los intereses espurios de políticos y constructores una cobertura teórica pseudoecologista, que ha sido asumida sin espíritu crítico por "la intelectualidad" de nuestro país. Hasta el punto de que gran parte de nuestros universitarios siguen creyendo a pies juntillas que la burbuja fue ocasionada por una pretendida liberalización del suelo. Exactamente lo contrario de lo que ocurrió y ocurre, ya que los ayuntamientos dibujan en los Planes las zonas urbanas o urbanizables a su antojo.
La presencia humana en ese suelo rústico no tiene porqué significar su degradación irreversible. Antes al contrario, contribuirá en muchos casos a mejorar la conservación del territorio, de un modo mucho más eficaz que la situación actual, como cualquiera puede comprobar sobrevolando nuestras yermas tierras interiores. El campo no tiene porqué ser para los ricos. ¿Porqué los políticos deben obligarnos a vivir en colmenas, en las parcelas que ellos nos indiquen y concedan a sus socios, a precio de oro?
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Otro urbanismo es posible
Frente a eso, frente a la colmena, pensamos que otro urbanismo es posible. Nos parece perfectamente defendible que el propietario de un terreno rústico pueda construirse a su costa una vivienda en él. Por supuesto, con un respeto escrupuloso a aquellas normas que prevean un régimen de especial protección al suelo por la concurrencia de otros intereses superiores en juego. Por supuesto, garantizando que la ocupación de ese suelo respete el medio ambiente. Por supuesto, admitiendo que quien así decide vivir libremente, no puede pretender que la comunidad le garantice servicios públicos a la vuelta de su esquina.
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