Estos días los pequeños inversores estamos viviendo al filo del abismo. El anuncio del llamado Día de la Liberación, en el que Estados Unidos desvelaría su nueva política arancelaria, empujó a los más temerosos a deshacer parte de sus posiciones. Y cuando finalmente ese día llegó, Donald Trump apareció a lo Charlton Heston con su propia "Tabla de la ley", redefiniendo a su antojo los aranceles como el resultado de dividir el déficit comercial bilateral entre el valor de las importaciones… y aplicar ese porcentaje como impuesto. Un gesto tan simple como explosivo que destrozaba el comercio internacional como en su día lo hizo el COVID. Las ventas se dispararon. Los índices temblaron y las carteras empezaron a acumular pérdidas notables. El miedo volvió a hacer acto de presencia, esta vez alimentado por la amenaza de una escalada arancelaria que parecía no tener freno. Y, como en cada momento de volatilidad severa, los pequeños inversores volvieron a plantearse la misma pregunta: ¿debería vender antes de que esto vaya a más?
No se deje arrastrar por el pánico
Si usted ya lleva años en esto difícilmente se habrá dejado arrastrar por ese pánico. Se lo hemos dicho muchas veces, la más reciente en un artículo en el que repasamos más de 150 años de cracs bursátiles. Su principal enseñanza es tan sencilla como poderosa: no toda corrección termina en crisis, y mucho menos cuando no hay recesión económica de fondo. A menudo, el mercado se ajusta… y vuelve a subir. A veces lo hace con rapidez. A veces sin previo aviso. Un mensaje que le hicimos llegar también a través de nuestra web y alertas justo cuando el miedo se disparaba. Vea por ejemplo nuestros artículos Desplome bursátil: evite este error
Esta vez, y salvo que Trump vuelva a agitar el avispero -o su cruzada personal contra China se agrave de forma abrupta-, el anuncio de una suspensión de 90 días en los nuevos aranceles ha bastado para frenar, de momento, la oleada vendedora. Los mercados han respondido con alivio. Y este episodio, como tantos anteriores, vuelve a recordarnos una gran verdad: quedarse fuera por miedo suele salir más caro que resistir. Porque las mejores jornadas bursátiles suelen aparecer justo después de los peores días.
Paciencia, diversificación y disciplina
Por ello insistimos en lo de siempre: paciencia, diversificación y disciplina. No son fórmulas mágicas, pero sí fundamentos sólidos. La historia los respalda. No se trata de adivinar el próximo movimiento del mercado, sino de mantenerse fiel a una estrategia coherente. De actuar con método, no con impulso. Aunque cueste. Aunque el entorno parezca agitarse sin control.