El espectacular ascenso de las compañías tecnológicas y de inteligencia artificial (IA) ha reavivado el temor a una nueva burbuja en los mercados. No es una inquietud infundada: la tecnología representa cerca del 40% de la bolsa estadounidense y muchas empresas vinculadas a la IA cotizan con valoraciones muy elevadas, incluso considerando el potencial de esta innovación y el crecimiento de los beneficios. Los últimos resultados empresariales confirman el dinamismo del sector (vea los resultados de NVIDIA). Ahora bien, cuando las modas pesan más que los fundamentales, el mercado se vuelve vulnerable y las tensiones se acumulan. La reciente oleada de contratos de OpenAI con gigantes tecnológicos ha añadido incertidumbre, y aunque el riesgo de corrección es real, nadie puede anticipar cuándo ocurrirá.
¿Conviene entonces salir del sector? No necesariamente. Las grandes tecnológicas siguen siendo compañías sólidas, con alta rentabilidad, baja deuda y posiciones dominantes. Además, en muchas de ellas la IA es solo una parte de su negocio. Si la adopción de la inteligencia artificial se generaliza en los próximos años, la demanda de semiconductores y equipos continuará fuerte, impulsando pedidos e inversiones. En ese escenario, el sector podría seguir apreciándose en bolsa. Por el contrario, si el desarrollo se ralentiza, la volatilidad aumentará y las caídas serán más probables y pronunciadas. Por ello, tras la reciente subida en bolsa, no sería descabellado materializar parte de las ganancias acumuladas en acciones tecnológicas o fondos muy expuestos a este sector, especialmente si su peso en la cartera es excesivo o si su horizonte de inversión no es de largo plazo. Pero el mejor consejo que podemos darle es sin duda que diversifique. La diversificación es la mejor defensa frente a la incertidumbre: reduce riesgos y suaviza el impacto de las correcciones. En este sentido, nuestras carteras modelo combinan activos de distintas clases y geografías, logrando una estructura equilibrada que protege el patrimonio sin renunciar a la rentabilidad.
Un buen ejemplo con el que inspirarse puede ser nuestra estrategia mixta equilibrada, que combina acciones y obligaciones diversificadas en distintos sectores y países. Su objetivo es distribuir la inversión de forma que rendimiento y riesgo se mantengan en equilibrio. La cartera mixta equilibrada persigue un objetivo de rendimiento anual del 6% de media en los próximos 10 años. Es importante subrayar que se trata de un objetivo no garantizado. El capital está expuesto a riesgos que, en el caso de esta cartera en concreto, pueden implicar una pérdida del 10% en un año desfavorable, y en escenarios extremos, la caída podría ser mayor. Una estrategia diseñada por tanto para inversores que buscan estabilidad y crecimiento sostenido, conscientes de que la prudencia es la mejor aliada para atravesar ciclos de mercado inciertos (vea los últimos cambios propuestos en las carteras mixtas).
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