Un pescador lanzó sus redes al amanecer y al izarlas descubrió que estaban más llenas que nunca. Al día siguiente pasó lo mismo. Y al tercero, también. Convencido de que la racha no acabaría, optó por dejar las redes más tiempo en el agua. “Si cada día hay más peces, mañana habrá más”, pensó. Pero al cuarto día, cuando quiso izarlas, las redes estaban rotas por el peso acumulado y los peces habían escapado. Esperar tanto tiempo para recogerlas le había salido muy caro.
Usted, como inversor, puede acabar convirtiéndose en el pescador de la fábula si no logra vender a tiempo. Comprar es fácil, mantener es relativamente sencillo… pero vender ya es harina de otro costal. Requiere disciplina, perspectiva y un cierto desapego emocional. El mercado siempre nos intenta convencer de que lo mejor está por venir, precisamente cuando las señales dicen lo contrario. ¿Cuáles son?
Cuando un sector o una acción acumula subidas extraordinarias en poco tiempo conviene tomar distancia. No porque las subidas en sí sean malas, sino porque rara vez son indefinidas. El rally vivido en el último año por la banca española puede ser un buen ejemplo de ello: cuando un sector cíclico sube mucho y demasiado rápido, el inversor debe preguntarse cuánto está ya recogido en el precio (vea nuestra opinión sobre el sector bancario español). Como las redes del pescador, un exceso de éxito puede tensarlas hasta romperlas. Y ojo, no pierda de vista que los precios pueden seguir al alza, aunque los fundamentales empiecen a debilitarse. Síntomas como tasas de crecimiento de beneficio menores, márgenes más estrechos, valoraciones menos baratas son pistas que no hay que pasar por alto. ¿Les suena de algo en lo que a los bancos se refiere? La historia financiera nos ha enseñado que, si bien el mercado puede tardar en reaccionar, cuando lo hace suele hacerlo bruscamente. La euforia colectiva es otra clara señal de alerta. Cuando todos hablan con seguridad de un sector que “solo puede subir”, cuidado. La historia está llena de episodios en los que la confianza generalizada precedió al ajuste. La regla no falla: si demasiadas manos tiran de las redes es porque ya han visto los peces, no porque vaya a llegar más pesca.
Los mercados no premian a los que más tiempo aguantan, sino a quienes saben cuándo recoger los frutos de sus inversiones. Hay señales que todo inversor debería reconocer antes de que sea tarde. Vender no es una derrota, es preservar capital, asegurar beneficios y estar listo para nuevas oportunidades Vender es disciplina, tener objetivos claros y respetarlos, evitar “enamorarse” de un valor, diversificar cuando una posición crece demasiado y recordar que realizar beneficios es parte del proceso de inversión. En esencia: no esperar a que las redes se rompan cuando ya han dado una pesca excelente.