La ilusión del dinero fácil: nuestra postura editorial
Tener expectativas poco razonables de rendimientos es el caldo de cultivo para que los “tiburones” de redes sociales se aprovechen de ello.
Tener expectativas poco razonables de rendimientos es el caldo de cultivo para que los “tiburones” de redes sociales se aprovechen de ello.
En un mundo acelerado, donde los mensajes se consumen en segundos y las promesas de riqueza instantánea se despliegan con la facilidad de un clic, conviene recordar una verdad incómoda pero esencial: invertir no es una carrera de velocidad, y sí de resistencia. Una buena estrategia no empieza por elegir productos sin ton ni son, ni por seguir al gurú de moda, sino por comprender qué rentabilidades son razonables y en qué plazos pueden alcanzarse. Y ahí es donde muchos tropiezan, desde jóvenes recién llegados hasta inversores con décadas de experiencia.
La avalancha de contenidos financieros en redes sociales ha elevado este riesgo a otro nivel. Se multiplican los vídeos que asocian la inversión con coches de alta gama, vidas de película y métodos “infalibles” para ganar más de un 30% al mes. Lo excepcional se presenta como norma, y la prudencia, esa vieja aliada del ahorro y la inversión, se caricaturiza como falta de ambición. Pero los datos dicen otra cosa: en el largo plazo, una cartera diversificada difícilmente superará el 7–8% anual y, si se opta por la renta fija, las expectativas se reducen aún más. ¿Decepcionante? Solo si uno parte de ilusiones irreales.
Nuestro reciente estudio entre jóvenes de 18 a 30 años que le detallamos en nuestro análisis El espejismo del dinero fácil en redes sociales confirma cómo este ecosistema distorsiona la percepción del riesgo. Un 32% se informa de finanzas principalmente en redes sociales y un 10% toma decisiones de inversión basándose en “finfluencers”. El resultado es previsible: baja comprensión, operaciones impulsivas y, para un preocupante 14%, estafas con pérdidas significativas. Mientras tanto, en redes sociales proliferan perfiles no regulados, cursos vacíos, canales privados que prometen rentabilidades estratosféricas y técnicas cada vez más sofisticadas de suplantación y desinformación.
La lección es clara: sin expectativas realistas, el inversor queda desarmado. Por eso insistimos en volver a los fundamentos: diversificación, horizonte de largo plazo, costes bajos y prudencia ante cualquier promesa que suene demasiado buena para ser verdad. Invertir puede ser una herramienta poderosa para construir patrimonio, pero solo cuando se hace con cabeza, sentido crítico y los pies firmemente apoyados en el suelo.Porque en finanzas, los atajos no acortan el camino: lo desvían.