Inversiones ¿fiables? El espejismo del dinero fácil en redes sociales
En OCU acabamos de realizar un estudio entre tres mil jóvenes de 18 a 30 años (el colectivo estudiado) sobre su uso de las redes sociales en temas de finanzas
El espejismo del dinero fácil
Tal y como explicamos en nuestro análisis "Rentabilidades razonables para sus inversiones: qué puede esperar y a qué plazos", una de las claves de toda buena estrategia de inversión es empezar por donde casi nadie lo hace: entender qué rentabilidades son razonables y en qué plazos pueden alcanzarse. Buena parte de los errores financieros —tanto de jóvenes novatos como de inversores con décadas de experiencia— tienen su origen en expectativas desalineadas con lo que realmente ofrecen los mercados. En el mundo actual, donde la información vuela a través de redes sociales, vídeos de un minuto y mensajes de impacto, este problema se ha intensificado.
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Si usted no se ha encontrado aún con este mensaje, probablemente es porque no frecuenta demasiado las redes sociales dedicadas a las inversiones. En ellas abundan personas que aseguran haber alcanzado la “libertad financiera” antes de los 30 años, que se exhiben rodeadas de coches de alta gama o muestran capturas de pantalla con rentabilidades extraordinarias logradas, supuestamente, con apenas unos clics.
· Son promesas de ganancias rápidas, seguras, sin esfuerzo, que omiten cualquier información racional y que están dirigidas, sobre todo, a la parte más impulsiva -“más neandertal”- de nuestro cerebro: esa que busca recompensas inmediatas y apaga el pensamiento lento y crítico. Así se entiende mejor por qué tantos jóvenes están desarrollando expectativas muy alejadas de la realidad. Para una parte importante de ellos, el primer contacto con el mundo de la inversión no llega a través de un banco, una formación estructurada o un asesor regulado, sino de un vídeo en TikTok, un hilo en X o un directo en Instagram.
Tenemos datos
Esto no es un mito “asustaviejas”. En OCU acabamos de realizar un estudio entre tres mil jóvenes de 18 a 30 años (el colectivo estudiado) sobre su uso de las redes sociales en temas de finanzas como parte del proyecto “Riesgos de los consejos financieros para jóvenes en Redes Sociales e Internet”, con el apoyo financiero del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030. Pero sus resultados, y sobre todo sus peligros, no son ajenos a ninguna franja de edad.
· El estudio nos ha revelado que el 32% de este colectivo se informa de finanzas principalmente a través de redes sociales, por encima incluso de amigos/familia (23%) o webs especializadas (21%). Y entre quienes ya están enganchados e invierten, el peso de las redes sociales se convierte en la principal fuente de información al ascender al 65%.
· Un dato especialmente significativo: el 13% sigue a “finfluencers” y el 10% ha tomado decisiones de inversión basándose en ellos. Incluso un 2% paga por acceder a recomendaciones, cursos o canales privados.
· La consecuencia es evidente: una parte creciente del “asesoramiento” recibido por los jóvenes procede de creadores no regulados, sin obligación de transparencia ni evaluación de idoneidad. Deambulan, sin ser advertidos de ello, por un terreno plagado de minas.
Poco capital… y mucho riesgo
El estudio revela que en este colectivo el 31% tiene algo de dinero invertido, la mayoría con importes inferiores a 1.000 euros. Y entre sus productos favoritos se encuentran las criptomonedas (17%), los fondos y ETF indexados (13%) y las acciones y CFD (10%).
· Pero lo más llamativo es la baja comprensión: el 40% de los que invierten en criptomonedas reconoce entender poco o nada, y solo el 27% dice comprender bien los productos más complejos.
· También destacan los comportamientos próximos al trading especulativo: un 10% opera a plazos de días o semanas, y un 25% a menos de un año.
· A esto se suma un fenómeno preocupante: el 23% realiza apuestas online, y uno de cada cinco considera que “es una forma de ganar dinero”, lo que difumina peligrosamente la frontera entre inversión y juego.
¿Me fio, no me fio?
En redes sociales convive la buena divulgación con los fraudes. Podemos toparnos con perfiles rigurosos que divulgan con sensatez y advierten de riesgos, pero conviven con otros que monetizan la credibilidad de su audiencia y operan en la frontera de la legalidad, o incluso directamente fuera de ella: publicidad encubierta que puede terminar en mensajes comerciales agresivos, comisiones ocultas, esquemas de copy trading, recomendaciones sin regulación, suplantación de marcas, cursos vacíos y promesas de rentabilidades estratosféricas a las que a menudo se accede tras acceder a canales privados de Whatsapp o Telegram.
· La CNMV ha detectado decenas de perfiles que incumplen la normativa y ha incluido a más de un “gurú” en su lista de entidades no autorizadas para dar consejos de inversión. Nosotros le hemos proporcionado unos cuantos nombres más para que los investigue y añada a la lista oficial si es necesario.
Las pérdidas por castigo
Aunque el colectivo acude masivamente a las redes para informarse, el 55% declara tener poca o ninguna confianza en ellas para temas de inversión. De esta forma se da la paradoja de que usan las redes sin fiarse de ellas aunque siguen sus consejos. Y si no se fían es con razón. El 14% ha sido víctima de una estafa en los últimos dos años. Y las pérdidas no son menores: un 9% perdió más de 5.000 euros y el 75% no recuperó nada.
· Lamentablemente es más frecuente que alguien pregone a los cuatro vientos que una operación le ha salido bien, y que se calle aquellas otras ocasiones en las que ha acabado desplumado. .
Los métodos se han sofisticado:
Si hoy entra en redes sociales buscando ideas para invertir, es sorprendentemente fácil cruzarse con su cara más amarga. No hace falta ir muy lejos: un anuncio en Facebook, un mensaje en WhatsApp, un grupo de Telegram o un simple comentario en Instagram pueden ser la puerta de entrada. Responde, hace clic en un enlace o se une “solo para mirar”… y, casi sin darse cuenta, ya forma parte de un canal donde se prometen rentabilidades del 20% o 30% en pocos días y “con muy poco riesgo”.
· Lo hemos comprobado en primera persona preparando este estudio. Empezamos igual que lo haría cualquier pequeño ahorrador: navegando, curioseando, pidiendo más información... A partir de ahí, las redes funcionan como un embudo de captación: primero llega un mensaje amable, luego la invitación a un “grupo VIP” o a un supuesto “grupo de formación”, después los audios, las capturas de pantalla, los testimonios de éxito… y, en poco tiempo, empezamos a recibir mensajes y llamadas casi a diario. Siempre a través de una pantalla, nunca con un contacto en persona, lo que hace muy difícil saber quién está realmente detrás.
· Detrás de esta fachada hay una mezcla peligrosa de desinformación y maquillaje.
· Se suplantan bancos, aseguradoras o gestoras usando sus logos o versiones casi idénticas (como ese BANK-INTER que recuerda demasiado a una entidad real). Aparecen canales de inversores que se declaran “oficiales” auspiciados por brókeres como Degiro o Trade Republic, y no es verdad. De hecho, se lo hemos preguntado y nos han dicho que ellos solo se dedican a la intermediación, pero en ningún caso tienen canales en los que aconsejan qué comprar.
· Aparecen webs clonadas que imitan al detalle las páginas oficiales.
· Circulan vídeos manipulados con herramientas de inteligencia artificial en los que figuras conocidas como directores de bancos o de grandes empresas parecen recomendar inversiones que en realidad nunca han respaldado y desde luego nunca han grabado ese video.
· A todo esto, se suman los cursos milagrosos que prometen convertirse en trader de éxito en pocas semanas: aseguran que no solo recuperará el coste del curso con sus primeras operaciones, sino que, además, generars beneficios mensuales “trabajando desde casa con el móvil”. En OCU hemos recibido numerosas quejas de compañías que, a pesar de vender cursos de este tipo a distancia, evitan que los compradores puedan ejercer su derecho de desistimiento. Derecho al arrepentimiento con devolución de lo pagado, habitual en cualquier compra a distancia, pero que en estos casos la compañía evita al escudarse en que una vez que el curso y las claves se ponen a disposición del comprador, aunque no lo use, desaparece este derecho y se ve obligado a pagarlo.
· Tampoco faltan los grupos de pago de “señales” o “copy trading”, donde indican exactamente qué comprar, cuándo entrar y cuándo salir. Muy a menudo se centran en acciones muy pequeñas y volátiles: cuando cientos de seguidores entran a la vez, la cotización salta y se crea la sensación de que la estrategia “funciona”, pero no podemos descartar que quienes dan las señales hayan comprado antes y se estén aprovechando de esa subida artificial.
· En resumen, entrar es facilísimo, pero darse cuenta del riesgo, no tanto. Por eso, antes de confiar sus ahorros a lo que vea en redes, conviene echar el freno, desconfiar de las promesas de dinero rápido y hacerse unas preguntas muy sencillas: si todo esto fuera tan seguro y rentable, ¿por qué necesitan convencerme a mí? Acaso no se guardarían ellos esa información o sistema infalible para hacerse ricos?
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