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Una generación en juego
hace 2 años - lunes, 28 de septiembre de 2020
Allá por el mes de marzo de este intenso 2020, hace ya casi una eternidad, era habitual escuchar que el coronavirus no entendía de territorios, clases sociales o razas. Pero el tiempo se ha encargado de poner sobre la mesa las desigualdades.
Muy pronto nos dimos cuenta de que no se trataba de un virus tan democrático, sino que golpeaba más fuerte a un determinado sector de la población más vulnerable. Con el paso de los meses hemos visto la devastación que ha dejado a su paso, no sólo en lo que se refiere a la pérdida de vidas humanas – cerca ya de un millón de personas en todo el mundo – o su impacto en económico; sino también su mella en la educación, pudiendo dar al traste con “décadas de progreso y exacerbar las desigualdades arraigadas”, según palabras del secretario general de la ONU, António Guterres. Y es que por mucho que nos quejemos en los países desarrollados, donde el virus amenaza con sumir al mercado laboral en un deterioro prolongado, hay lugares – en la esfera de los países emergentes –donde el mazazo del virus será mayor. Países donde por ejemplo el teletrabajo no está extendido, dado que su motor económico se basa en trabajos manuales.
Si bien la explosión del desempleo supondrá un freno para los países desarrollados, la batalla por el empleo será aún más decisiva en los países emergentes, donde ya se habla de que el futuro de toda una generación está en juego. En las últimas décadas el fuerte crecimiento sacó a gran parte de la población de estos países de la pobreza. Pobreza a la que cientos de millones de trabajadores vuelven a estar abocados en la actual crisis. Según el propio Primer Ministro Li Keqiang, 600 millones de trabajadores chinos ganan menos de 1.000 yuanes (125 euros) al mes. Una cantidad que no les permite afrontar el más mínimo contratiempo, dejándolos en una situación de precariedad. Otro ejemplo es la India, donde toda una generación está viendo su sueño de ascender a la clase media desaparecer con la pandemia. Nada menos que 400 millones de trabajadores de sector no estructurado, según la Organización Internacional del Trabajo. Y esto no es exclusivo de China o India, sino que puede extrapolarse al resto de países emergentes.
Por lo que respecta a las inversiones, no somos ajenos al mayor vapuleo del virus sobre estas economías. Es por eso que las que están presentes en nuestras carteras tienen un peso muy residual. Por ejemplo, las acciones mexicanas y las obligaciones turcas están incluidas con un 5%, respectivamente en nuestra cartera de referencia, la Global Flexible. Una cartera que busca maximizar el rendimiento a largo plazo, y por eso, que en ella tienen cabida inversiones con cierto riesgo de producir tropiezos en el corto plazo. No ocurre así en nuestras carteras Mixtas, donde el objetivo es limitar las pérdidas a un año vista. De ahí, que los países emergentes – salvando el 5% de las acciones rusas – estén fuera del radar de sus inversiones. En conclusión, creemos que toca extremar la prudencia con los emergentes. Tenga cuidado si invierte en ellos.