Hacienda no espera a nadie

La verdadera rentabilidad no es la que aparece en el extracto del banco, sino la que finalmente queda en el bolsillo del inversor tras pasar por el tamiz del Fisco.
La verdadera rentabilidad no es la que aparece en el extracto del banco, sino la que finalmente queda en el bolsillo del inversor tras pasar por el tamiz del Fisco.
Decía Benjamin Franklin, uno de los “padres fundadores” de Estados Unidos, que en la vida solo hay dos certezas: la muerte y los impuestos. Y aunque la primera solemos apartarla de nuestra mente hasta que no queda más remedio, la segunda nos acompaña cada año, puntual como un reloj. Aunque no guste la hora, siempre llega. El inversor que se limita a mirar su cartera por la lupa de la rentabilidad bruta, olvidando que una parte del pastel se lo come Hacienda, es como aquel corredor que se entrena duro, pero ignora que correrá con una mochila de diez kilos a la espalda.
La fiscalidad no es un apéndice menor, sino una pieza esencial de la planificación financiera. Ignorarla hasta la primavera, cuando toca rendir cuentas a Hacienda, es como tratar de arreglar el motor cuando el coche ya está ardiendo. Entonces ya apenas hay margen para reaccionar. El momento de actuar es durante todo el año, teniendo la fiscalidad en su punto de mira en todo momento a la hora de invertir. Anticipar, planificar con inteligencia qué cobros retrasar, qué pérdidas compensar y cómo distribuir ingresos para no caer en la trampa de un tipo marginal desbocado no es baladí. Téngalo en cuenta.
Los errores fiscales son como piedras en el camino. No los vemos hasta que tropezamos. Y tropezamos mucho. Desde rescatar un plan de pensiones en el peor momento hasta dejar caducar pérdidas de ejercicios anteriores que podrían habernos ahorrado cientos de euros. O bien donando unas acciones con minusvalías, pensando que ayudamos a nuestros hijos, sin saber que en ese caso Hacienda no nos deja computar las pérdidas. En las páginas 10 a 13 de nuestra revista mensual impresa de septiembre y en esta web, en la sección Momentos clave/Impuestos desgranamos los diez errores fiscales más comunes para que no caiga en ellos, pero conviene quedarse ya con la idea central: la fiscalidad es un viaje de doce meses, no una estación de paso. Igual que diversificamos activos para reducir riesgos, debemos diversificar decisiones fiscales para optimizar resultados. Porque la verdadera rentabilidad no es la que aparece en el extracto del banco, sino la que finalmente queda en el bolsillo del inversor tras pasar por el tamiz del Fisco.
Un inversor consciente no se resigna a perder parte de su esfuerzo por simple descuido. Se adelanta, planifica y actúa. Y al hacerlo descubre una moraleja tan sencilla como poderosa: en las inversiones, la mejor defensa contra Hacienda no es la improvisación, sino la estrategia.
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