Cuando las armas hablan, los mercados escuchan. La iniciativa Readiness 2030 de la Unión Europea marca un punto de inflexión no solo en materia de defensa, sino también en el potencial económico del viejo continente. El programa aspira a movilizar hasta 800.000 millones de euros en gasto militar, con un enfoque claro en la contratación y la producción europea y el fortalecimiento de la industria local. Para el pequeño inversor, no solo se trata de una cuestión geopolítica, sino que puede verse como una oportunidad de inversión, siempre que no tenga reparos morales en financiar la escalada armamentística.
La evidencia académica respalda esta tesis. Según un estudio sobre la economía norteamericana realizado por Juan Antolin-Diaz y Paolo Surico, el gasto en defensa tiene efectos amplios y persistentes sobre la producción al reorientar el gasto público hacia la investigación y el desarrollo (I+D). En términos palpables, el gasto en defensa en EE.UU. tiene un multiplicador fiscal de largo plazo de 1,77. Es decir, cada dólar invertido en defensa acabó generando 1,77 dólares en crecimiento económico tras 15 años. Este impulso proviene no únicamente de la demanda inmediata (equipos, personal), sino de la productividad que emerge de la inversión en I+D y que, con el tiempo, arrastra la inversión privada y la innovación más allá de los vaivenes del ciclo. Además, los autores resaltan que el impulso económico de la mayor inversión en I+D no depende de contextos bélicos para ser efectivo.
Conviene, no obstante, calibrar los riesgos. En el corto plazo el mayor gasto público puede encarecer los costes de financiación y desplazar temporalmente la inversión privada. Sin embargo, los datos históricos demuestran que, tras unos años, la inversión y el consumo privados se recuperan y la productividad gana protagonismo estimulada por el entorno de innovación.
Europa, tradicionalmente dependiente de EE. UU. en tecnología y armamento, está girando hacia una autonomía estratégica. Este cambio favorece a proveedores europeos del sector defensa - desde fabricantes de plataformas y componentes hasta desarrolladores de software militar y servicios- podrían experimentar un ciclo de pedidos sostenido. Readiness 2030 no es solo una respuesta a los desafíos geopolíticos actuales - como la guerra en Ucrania o la presión rusa -, sino también una apuesta por la reindustrialización europea.
Para el pequeño inversor, posicionarse en defensa de forma prudente y diversificada puede ofrecer unos rendimientos sólidos a largo plazo, pero siendo consciente de su naturaleza cíclica y sensible a la política (vea en nuestra comparativa de fondos de defensa los recomendados por nuestros expertos).
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