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Siempre tratamos de facilitarles la vida como inversores y de poner a su disposición los mejores consejos y productos con los que rentabilizar su dinero

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Publicado el  15 julio 2024
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Cada persona es diferente y tan válida puede ser la actitud de aquel que no quiere correr ningún riesgo contentándose con un rendimiento discreto, como la de aquel que está dispuesto a jugársela en aras de obtener un fruto jugoso Sea cual sea, le ayudamos a obtener el mayor fruto posible en función del nivel de riesgo que esté dispuesto a asumir.

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Cuenta una vieja leyenda china que en una aldea vivían dos viejos amigos. Chen era un agricultor prudente, prefería la estabilidad y el trabajo constante de cultivar su tierra. Qíang, era un cazador atrevido, disfrutaba de la emoción de cazar en el bosque sin temer enfrentarse a peligros en busca de grandes recompensas. Mientras que Chen trabajaba diligentemente en su campo sabiendo que su esfuerzo diario le aseguraría una cosecha suficiente para ali-mentar a su familia, Qíang salía al bosque cada día sin saber si regresaría con un ciervo o con las manos vacías. Algunos días Qíang volvía triunfante, pero otros días regresaba agotado, sin caza, e incluso alguna que otra vez, malherido por el zarpazo de un oso. Pero cuando la temporada de caza era buena, Qíang conseguía en unos meses lo que Chen en varios años de cosechas. 

Un año, una gran sequía afectó la región y se perdieron algunos cultivos, pero Chen había diversificado sus culti-vos y almacenado grano suficiente, por lo que nunca faltó un plato de gachas de arroz para alimentar a sus hijos. Mientras tanto, Qíang continuó saliendo a cazar y enfrentándose a un páramo del que la caza había huido, por lo que tuvo que vender no pocas de sus pieles acumuladas para salir adelante. Sin embargo, la sequía pasó, las lluvias volvieron, el campo floreció y las cosechas volvieron a la normalidad junto a la caza. Un proceso que se repitió unas cuantas veces a lo largo de los años. Una vez ancianos, ambos amigos se reunieron declarándose satisfechos de sus vidas. Qíang había amasado un respetable patrimonio con su cuerpo repleto de cicatrices. Y Chen seguía viviendo en la misma casa que le dejó su padre, pero sin haber pasado ni un solo día de penuria.

¡Y cuánta razón tenían! Cada persona es diferente y tan válida puede ser la actitud de aquel que no quiere correr ningún riesgo contentándose con un rendimiento discreto, como la de aquel que está dispuesto a jugársela en aras de obtener un fruto jugoso. Aunque, quizás, lo más equili-brado sea una combinación de ambas. Sea cual sea la suya, nosotros le ayudamos a obtener el mayor fruto posible en función del nivel de riesgo que esté dispuesto a asumir. Hacemos hincapié en ello en nuestro dossier La estrategia más rentable para su perfil inversor donde le damos las pistas para que se conozca mejor a usted mismo como inversor.