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¡No a los derivados!

Luces y sombras de los resultados trimestrales de estas dos compañías galas de nuestra selección

Luces y sombras de los resultados trimestrales de estas dos compañías galas de nuestra selección

Publicado el  20 mayo 2024
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Luces y sombras de los resultados trimestrales de estas dos compañías galas de nuestra selección

Luces y sombras de los resultados trimestrales de estas dos compañías galas de nuestra selección

Nuestra postura no ha cambiado a lo largo de los años y siempre hemos preferido evitar los derivados. Su posible beneficio en ningún caso compensa todos los riesgos que conllevan (contraparte, operaciones, poca transparencia, apalancamiento…). 

Derivados, cuanto más lejos, mejor

Los instrumentos derivados no son de ahora. Su uso se remonta a siglos atrás. De hecho, puede que el primer ejemplo de mercado organizado de futuros lo encontremos en el mercado de arroz de la ciudad japonesa de Osaka, allá por el siglo XVII. Al principio, los terratenientes depositaban en los almacenes el arroz y obtenían un d-cumento equivalente a un certificado de depósito que luego entregaban al comerciante que mejor precio pagase por la cosecha en una subasta. El terrateniente volvía a casa con dinero y el comerciante obtenía el depósito de mercancía a un precio cierto. Pero este mercado simple de futuros sobre productos agrícolas pronto avanzó hacia un mercado puro de derivados financieros. Así, los terratenientes, como forma de financiación, comenzaron a acudir al almacén a pedir que “anotasen” que en un momento futuro depositarían una determinada cosecha, sin tenerla aún, obteniendo a cambio ese mismo certificado de depósito que podían vender en subasta. Un título expedido contra un subyacente que ni siquiera existía, pero que circulaba en el tráfico mercantil con todos sus efectos, y cuyo valor dependía del valor de otro activo subyacente, el arroz. 

¿Cómo asegurarse de que el precio pagado por ese depósito era “real”? ¿Podría estar inflado? ¿Y qué pasaba si la cosecha se echaba a perder y el terrateniente no podía finalmente depositarla? ¿Y si el precio del arroz cayera en picado? Como ve, los riesgos son muchos y todos acaban igual, con ingentes pérdidas. Algo que no ha cambiado a lo largo de los años. Solo que ahora, debido a la creciente innovación financiera y tecnológica, su efecto devastador es mayor. Son productos de extraordinaria potencia, que facilitan modificar el perfil de riesgo de una cartera con mucha rapidez y en casi cualquier sentido. Además, los movimientos pueden hacerse con mucha mayor rapidez que en los mercados “ordinarios” y por importes muy superiores sin que, debido a su efecto apalancamiento, afecte al nivel de precios de manera significativa. No dudamos de que, bien utilizados, a veces puedan ser útiles. Pero si caen en malas manos o se hace un mal uso de ellos pueden convertirse en “armas de destrucción masiva”. Las pérdidas millonarias, que a veces incluso dieron lugar a la quiebra, de entidades como Metallgesellschaft, Barings Bank, Long Term Capital Management, Amaranth, Procter&Gamble, Société Générale, AIG y JPM son un claro aviso a navegantes.

Nuestra postura no ha cambiado a lo largo de los años y siempre hemos preferido evitarlos. Su posible beneficio en ningún caso compensa todos los riesgos que conllevan (contraparte, operaciones, poca transparencia, apalancamiento…). De ahí que veamos con muy buenos ojos los fondos de inversión que renuncian explícitamente a ellos, tanto como cobertura como a modo de inversión… siempre que sean buenos, claro. Hemos empezado con los de acciones globales (vea nuestro análisis Los mejores fondos de acciones globales sin derivados). Lamentablemente no son muchos. Pero haberlos haylos.