Grandes expectativas
Las promesas se las lleva el viento. El dicho viene que ni pintado a la hora de hablar de ciertas inversiones. Puede que en los últimos meses usted se haya familiarizado con términos como “capital riesgo”, “capital privado” o “private equity”. Desde que a finales de 2022 el Gobierno abriera las puertas de este tipo de inversión alternativa a los particulares a través de las Entidades de Capital Riesgo (ECR), se multiplican las referencias al respecto. En teoría, todo lo que concierne a estas inversiones está rodeado de parabienes, salvo por el “pequeño” detalle de tener que dejar inmovilizado su dinero más o menos durante diez años. A través de estas ECR, se le abre la posibilidad de invertir en empresas no cotizadas y por tanto hasta ahora solo al alcance de inversores institucionales y grandes fortunas que eran invitados de forma privada a participar en ellas. Y no es este un mercado precisamente pequeño, con un 90% de las sociedades que no han pisado nunca un parqué de cotización. Desde grandes empresas como Idealista, Campofrío o Port Aventura, hasta startups de reciente creación con novedosas ideas en mente, pero ávidas de una financiación que les resulta difícil de conseguir por otros medios. Pero aún hay más. Además de una mayor diversificación también suelen venir de la mano de unas expectativas de rentabilidades futuras de dos dígitos. Dan ganas de lanzarse a por ellas, ¿verdad?
No se deje llevar por cantos de sirena
No tan deprisa. Hemos realizado un exhaustivo análisis de la totalidad de la oferta en España, poniendo el foco en las casi 200 ECR lanzadas desde 2023 y revisando minuciosamente la información legal proporcionada. Y tenemos razones suficientes para no apostar por ellas, por ahora, en lo que atañe al inversor particular. Mal hará si se dejara llevar por sus cantos de sirena. Las rentabilidades del pasado cosechadas por el private equity en nuestro país, en torno al 11% anual medio en el largo plazo, logran batir a la bolsa. Pero estos retornos medios revertirán a la baja conforme entren en juego las ECR dirigidas al particular, aún muy residuales. ¿Por qué? Principalmente por los elevados costes que usted asumirá, de media un 3% anual más que los de un institucional, que se traducirán en menores rendimientos para el “private equity particular”. Pero también porque, según se vayan popularizando y aumente su demanda, el riesgo de invertir en empresas privadas a un precio más alto o en empresas de nueva creación con menor visibilidad del negocio, aumenta.
No en vano, buena parte del private equity se focaliza en empresas tecnológicas, seguidas de energías renovables e infraestructuras. Un riesgo elevado que para el particular ya está bien remunerado en mercados líquidos y transparentes, como en los que invierten los mejores fondos de acciones tecnológicas, con rentabilidades anuales que han superado el 20% anual medio en plazos más que contrastados, tanto a 5 años vista como a 10 y 15 años.