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Un -13% ¡y eso que era seguro!
hace un mes - lunes, 30 de enero de 2023
La categoría de fondos con objetivo de rentabilidad fue la que más creció en patrimonio en términos porcentuales en 2022. Unos fondos que no se han librado de las pérdidas, abultadas en algunos casos, para sorpresa de sus suscriptores.
Los segundos con más suscripciones netas en 2022
Nos lo contaba uno de nuestros socios hablando de un fondo con objetivo de rendimiento que había comprado: “Suelo invertir en depósitos y fui buscando algo seguro a mi banco. Allí me convencieron y terminé volviendo a casa con un fondo de renta fija, que era la hostia y así ha sido, una hostia del 13% en el último año. Se me han quitado las ganas de invertir en nada más”.
Este caso no ha sido extraño. A medida que los tipos de interés han ido subiendo los clientes más conservadores de los grandes bancos se han ido acercando a sus oficinas pidiendo algo de rentabilidad. El comercial que les atendía – gestor personal le llaman ahora – ante la ausencia de depósitos en el escaparate de la entidad con un interés mínimamente razonable, e incluso sin depósito alguno que ofrecer – salvo los vinculados a otros productos, que se ve de largo que son de riesgo –, trataba de reconducirlos a los fondos de inversión que aparentemente tenían menos riesgo: los fondos de renta fija con objetivo de rendimiento. Todo un negocio redondo para el banco: el cliente no saca el dinero de la entidad, se cobran comisiones fijas que rondan el 0,6% anual, no requiere apenas gestión una vez lanzado el fondo, todo el riesgo es asumido por el cliente. Y, además, como el dinero de estos fondos – más bien los bonos en los que invierten – están fuera del balance de la entidad no se afean sus ratios de solvencia.
Así, la categoría de fondos, cuyo patrimonio creció más en términos porcentuales (+75%) en 2022 y la segunda con más suscripciones netas alcanzando los 5.187 millones de euros, que se dice pronto, fue la de renta fija con objetivo de rentabilidad. Unos fondos que no surgen de forma espontánea de los clientes que terminan comprándolos, sino que se suscriben solo tras ser sugeridos desde la entidad.
Y el problema no es de estos fondos, en cuya naturaleza está el poder presentar pérdidas, incluso gordas, durante su vida sin que ello afecte a la rentabilidad objetivo inicial que se obtendrá de aguantar el fondo hasta el fin del periodo previsto. Sino que es más bien de la convergencia de dos factores: clientes, que no saben lo que están comprando, con comerciales, que no saben lo están vendiendo. Por tanto, raros son los casos en los que se alcanza a advertir de los altibajos, que estos fondos son capaces de generar; y que acaban colocándose – lo más probablemente sin mala fe – a ahorradores que nunca debieran haberlos comprado, pues perderán el sueño, e incluso la salud, de producirse uno de estos tropiezos para los que no están preparados, ni advertidos.
Y de nada sirve la MIFID, los test de idoneidad, los de conveniencia, etcétera. Un ahorrador, que por su perfil debiera haber invertido en otro tipo de productos – vea cómo se puede ganar un 3% a un año sin riesgo por un perfil de este tipo –, termina quemado.