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Autocomplaciencia, el mayor enemigo del inversor
hace 5 años - lunes, 26 de junio de 2017
El pequeño inversor debería relativizar las causas del éxito y del fracaso en sus inversiones.
La naturaleza humana es así. Los individuos tienden a atribuirse el mérito de los éxitos y achacar los fracasos a causas externas. Esta autocomplacencia viene acompañada de un corolario nefasto, la negación de la realidad, que está en el origen de malas decisiones y comportamientos equivocados.
Después de observar durante décadas la evolución económica y la marcha de las empresas, estamos bien situados para conocer las causas de esta autocomplacencia generalizada. Ya sean los gobiernos o los bancos centrales, los principales responsables de las políticas económicas se mueren por reivindicar los periodos de vacas gordas. Pero en cuanto los nubarrones aparecen en el horizonte o estalla una crisis, todos buscan los culpables fuera de su ámbito de “competencia”. P.ej., unos tipos de interés mantenidos demasiado bajos durante demasiado tiempo por un banco central, en el origen inicialmente de una fase de crecimiento, pueden desembocar en un endeudamiento excesivo y unas inversiones poco rentables, creando las condiciones necesarias para una burbuja con efectos devastadores. Así en 2007/08 en EE.UU., los banqueros tuvieron indudablemente responsabilidades en la crisis, pero no habría que exculpar a los poderes públicos americanos que pusieron todo de su parte para estimular el boom inmobiliario, principalmente entre los más desfavorecidos. En las empresas, los dirigentes no pierden un segundo en quitarle merito a una coyuntura favorable para resaltar los supuestos méritos de su estrategia y, por ende, justificar las subidas de sus salarios. Y viceversa, en caso de problemas en sus negocios o la cotización, la culpa recae sistemáticamente en la crisis o en unos inversores demasiado timoratos. Jamás, en casos parecidos, se apunta a un endeudamiento excesivo o una inversión mal calibrada.
Pero esta autocomplacencia no afecta solamente a los « poderosos ». No es extraño comprobar como el pequeño inversor sobrevalora su capacidad para seleccionar títulos con acierto, cuando los buenos resultados obtenidos con sus inversiones provienen a menudo de una subida generalizada de los mercados. Así obnubilados por el éxito, los pequeños inversores acaban asumiendo cada vez más riesgos y se encuentran en general indefensos para afrontar una crisis de envergadura. En esos casos, muchas veces venden a precios demasiado bajos o intentan “rehacerse” rápidamente incrementando aún más riesgo. Las decepciones en esos casos son inevitables.
En su análisis de la situación económica y financiera de un país o de una empresa, no se deje engatusar por las posturas de unos y de otros. Lo mejor será que intente discernir los riesgos inherentes por negar la realidad, más frecuentes de lo que creemos. Y como inversor, mantenga la cabeza fría sin atribuirse los méritos exclusivos de esta o aquella “buena” decisión.
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