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Sesgos entre los inversores

Publicado el   26 mayo 2023
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Estamos programados mentalmente para dejarnos llevar por las emociones y como inversores solemos sobredimensionar las pérdidas. Nuestra postura editorial. 

Sesgos

Un reciente estudio de la Universidad de Zúrich ha analizado las reacciones de los entrenadores de equipos de varias ligas deportivas profesionales ante la victoria o pérdida de un partido, analizando miles de ellos. Poniendo de ejemplo a la liga profesional de baloncesto estadounidense NBA, dedujeron que cuanto mayor era la diferencia de puntos por la que se ganaba un partido, menor era el número de cambios que hacía su entrenador en la alineación para el siguiente, ya que debían considerar como muy acertado ese conjunto de jugadores. La misma lógica se detectó tras las pérdidas: cuanto mayor era la diferencia por la cual se perdió, mayor era el número de cambios que se hacían de cara al siguiente partido, ya que la conjugación de jugado-res seleccionados no había tenido un buen rendimiento. Todo muy lógico, ¿no? 

Ahora bien, también detectaron un sesgo ante comportamientos no tan extremos. Y es que cuando la diferencia de puntos fue pequeña, hubo más cambios cuando se perdió por una pequeña diferencia que cuando se ganó por esa misma diferencia en las que pocas veces se cambiaba a los jugadores ¿Tiene sentido esto? Pues no mucho. Ganar o perder “por los pelos” está ligado a la plantilla, pero también a factores aleatorios, sucesos que el entrenador no puede controlar. El problema está en el sentimiento que generan ambas situaciones. Aunque sean resultados por la mínima, unos son negativos y urgen a una necesidad impulsiva de intentar cambiar el rumbo sin pararse a reflexionar, y los otros, por ser positivos, incitan a mantenerse relajado pensando que todo está yendo bien. 

Las pérdidas se suelen sobredimensionar 

¿A qué queremos llegar con esto? Pues que estos mismos sesgos se ven entre los inversores cuando observan lo hecho por una cartera de acciones o de inversiones (fondos, obligaciones…). Estamos programados mentalmente para dejarnos llevar por las emociones y somos más propensos a fijarnos más en el último partido -sin tener en cuenta que esos resultados pueden deberse al entorno o a factores incontrolables- que en el valor que atesora la cartera y debiera salir a la luz en el medio o largo plazo. Reacción que es más fuerte ante una pérdida que ante un resultado de igual cuantía, pero de sentido contrario, es decir ante una ganancia. Una acción -o un mercado- puede estar barata o cara (lo normal si ha subido y ha tenido unos buenos resultados recientes), y merecer entrar, mantenerse o salir de una cartera por su valor intrínseco, pero no por lo que haya hecho en el corto plazo y mucho menos por lo que haga el conjunto de la cartera en la que se integra. Mover mucho una cartera lleva seguro a mayores comisiones y castigo fiscal, pero no siempre a mejores resultados. Sabemos que esta templanza es difícil de mantener cuando se trata de nuestro propio dinero, pero tener la vista puesta en el largo plazo suele ser lo más conveniente.