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Sembrar hoy y recoger mañana. Nuestra postura editorial
hace 2 años - lunes, 14 de diciembre de 2020
Si usted es de los que confían ciegamente en el potencial del ladrillo a la hora de depositar su riqueza, no ha de sentirse un bicho raro. De sobra es sabido que la inclinación hacia el inmobiliario es uno de los sesgos que tradicionalmente distinguen al ahorro en España.
Una inclinación que una vez más ha quedado acreditada en un estudio del Instituto Español de Analistas Financieros sobre inversión y crecimiento sostenible. Según tal estudio, la riqueza de los hogares españoles se concentra mayoritariamente en activos no financieros – viviendas, otros bienes inmuebles, vehículos, etc. – frente al ahorro financiero – depósitos, cuentas corrientes, fondos de inversión, acciones, etc. –, siendo la relación del 78% y 22%, respectivamente. Y dentro de los activos no financieros los inmuebles se llevan la palma, concentrando el 90%, principalmente en la vivienda habitual. Tal distribución de la riqueza que pondera el peso de los inmuebles y denota poca diversificación, contrasta con la que se hace en las economías vecinas: en Francia se reparten al 50%, mientras que en Italia los activos financieros son el 56% y en Reino Unido y Suecia del 74%, siendo los que más destinan a este tipo de activos. Las razones para este sesgo inmobiliario, según apuntan los autores del estudio, tienen su raíz en fac-tores culturales como la preferencia por la propiedad sobre el alquiler por su régimen fiscal y financieras por las rentabilidades de estos activos en las últimas décadas.
Además del sesgo inmobiliario, el ahorro en activos financieros inclina la balanza hacia el efectivo y los depósitos (40%), que no son un dechado de rentabilidad en los últimos tiempos (apenas un 0,1% ofrecen de media al plazo de un año). Si hace unos años incluso para los más conservadores existían opciones con escaso riesgo a cambio de cierta rentabilidad, la era de tipos bajos, cuando no negativos, se ha encargado de reducir al mínimo las posibilidades. Baste ver el interés que ofrecen las obligaciones españolas a 10 años, que acaban de entrar por primera vez en terreno negativo (-0,01%); terreno que ya pisaban desde hace tiempo países más solventes como Alemania (-0,6%) o Francia (-0,35%).
Pero una y otra vez se constata que la debacle de los tipos no ha actuado de repelente hacia las inversiones con escasa rentabilidad. Un signo de que hay un largo camino de mejora en lo que se refiere a ahorrar de forma eficiente. Y es que ese dinero debería depositarse en inversiones que ofrezcan un adecuado equilibrio entre seguridad y rentabilidad, diversificando riesgos. Ahora bien, llegar a un cierto nivel de eficiencia a veces no se consigue navegando en solitario. Hace falta empezar a sembrar ahora una mayor educación financiera para recoger frutos en un futuro. Y, además, apoyarse en el asesoramiento de profesionales independientes, que le ayuden a configurar carteras a largo plazo – como las que le proponemos en OCU Inversiones y OCU fincas y casas, para exprimir al máximo sus ahorros.