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Neutralidad ¡por favor!
hace 4 años - miércoles, 19 de diciembre de 2018
Hace más de 25 años que llevamos defendiendo la neutralidad fiscal, un elemento esencial en cualquier sistema tributario. Nuestra postura editorial.
Nosotros lo tenemos claro. Si el objetivo que se persigue es el mismo, la naturaleza del producto financiero escogido para alcanzarlo debería venir determinada exclusivamente por el tridente de su rentabilidad, liquidez y riesgo, y no por su trato fiscal. Si usted p.ej. decide ahorrar con la vista puesta en el futuro, la fiscalidad ha de ser la misma con independencia de que el medio elegido para ello sea una cartera de acciones individuales, una cartera de fondos o planes de pensiones. Es lo que se conoce como neutralidad fiscal, la que llevamos defendiendo hace más de 25 años y que constituye un elemento esencial en cualquier sistema tributario.
Por desgracia, la realidad es tozuda y a veces nos lleva por caminos diferentes a los deseados. Ya pasó hace años con las denominadas “cuentas vivienda”, un producto con ventajas fiscales si los ahorros allí depositados se utilizaban posteriormente para adquirir una casa, lo que decantaba claramente la balanza a favor de estas cuentas en detrimento de otras alternativas de ahorro que también podrían haber sido perfectamente válidas (acciones, fondos, depósitos…). Y lo mismo sucede desde hace años con los planes de pensiones, incentivados fiscalmente con el propósito de ser el instrumento con el que ahorrar de cara a la jubilación.
Cualquier discriminación fiscal acaba afectando a las decisiones de los individuos y modificando su comportamiento, lo que suele derivar en costes en términos de eficiencia. Y los planes de pensiones son un claro ejemplo de ello. Muchos estudios ponen el dedo en la llaga: la fiscalidad en las aportaciones es el atributo más valorado por los partícipes, por delante de la gestión profesional. De hecho, movidos por el trato fiscal favorable, uno de cada tres contratantes de planes lo hacen a ciegas, optando por el que le ofrece su banco sin ni tan siquiera estudiar sus características. Las entidades lo saben y los venden como churros, especialmente en la recta final del año valiéndose de llamativas promociones (vea p.ej. nuestro artículo "Hasta un 5% por traspasar su plan al Santander"). Y si el partícipe no pone el foco en la gestión, imagínese lo que le importa al banco, de ahí que en general esta deje bastante que desear. Ahí es precisamente donde radica el principal problema.
La ventaja fiscal de los planes puede servir como gancho, pero no como anzuelo. De nada sirve si detrás del producto no hay una buena gestión que lo sostenga, algo que ahora sí encontramos en el plan de pensiones asociado de OCU: con unas inversiones similares a las de nuestra cartera global de referencia y unos costes muy reducidos puede obtener rendimientos en el futuro en torno al 6% anual. Nosotros abogamos por la neutralidad fiscal sí, pero también tenemos que adaptarnos a la realidad. Y con los mimbres actuales este es un buen instrumento de ahorro de cara a su retiro con el que sacar provecho de la discriminación fiscal existente a favor de los planes.
Por desgracia, la realidad es tozuda y a veces nos lleva por caminos diferentes a los deseados. Ya pasó hace años con las denominadas “cuentas vivienda”, un producto con ventajas fiscales si los ahorros allí depositados se utilizaban posteriormente para adquirir una casa, lo que decantaba claramente la balanza a favor de estas cuentas en detrimento de otras alternativas de ahorro que también podrían haber sido perfectamente válidas (acciones, fondos, depósitos…). Y lo mismo sucede desde hace años con los planes de pensiones, incentivados fiscalmente con el propósito de ser el instrumento con el que ahorrar de cara a la jubilación.
Cualquier discriminación fiscal acaba afectando a las decisiones de los individuos y modificando su comportamiento, lo que suele derivar en costes en términos de eficiencia. Y los planes de pensiones son un claro ejemplo de ello. Muchos estudios ponen el dedo en la llaga: la fiscalidad en las aportaciones es el atributo más valorado por los partícipes, por delante de la gestión profesional. De hecho, movidos por el trato fiscal favorable, uno de cada tres contratantes de planes lo hacen a ciegas, optando por el que le ofrece su banco sin ni tan siquiera estudiar sus características. Las entidades lo saben y los venden como churros, especialmente en la recta final del año valiéndose de llamativas promociones (vea p.ej. nuestro artículo "Hasta un 5% por traspasar su plan al Santander"). Y si el partícipe no pone el foco en la gestión, imagínese lo que le importa al banco, de ahí que en general esta deje bastante que desear. Ahí es precisamente donde radica el principal problema.
La ventaja fiscal de los planes puede servir como gancho, pero no como anzuelo. De nada sirve si detrás del producto no hay una buena gestión que lo sostenga, algo que ahora sí encontramos en el plan de pensiones asociado de OCU: con unas inversiones similares a las de nuestra cartera global de referencia y unos costes muy reducidos puede obtener rendimientos en el futuro en torno al 6% anual. Nosotros abogamos por la neutralidad fiscal sí, pero también tenemos que adaptarnos a la realidad. Y con los mimbres actuales este es un buen instrumento de ahorro de cara a su retiro con el que sacar provecho de la discriminación fiscal existente a favor de los planes.