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Una protección mal entendida
hace 5 años - martes, 17 de julio de 2018
Los ETF de origen estadounidense han quedado vetados para el inversor de a pie. ¿Por qué? ¿Para protegerle? Lo dudamos mucho. Lea nuestra postura editorial.
En el mundo de las inversiones cada vez que damos la bienvenida a una nueva normativa es bastante común que a los legisladores se les llene la boca con palabras como protección, estabilidad o transparencia. Música celestial para los oídos de unos inversores particulares a los que, en teoría, se les pone en sus manos un escudo con el que hacer frente a las garras de la feroz industria que les acecha. Nosotros, ya perros viejos, somos muy escépticos al respecto. La experiencia nos ha demostrado que todas esas palabras suelen acabar siendo un canto al sol. Y lo que es peor, a veces acaban convirtiéndose en un escudo que más bien hace daño al que lo porta y es la propia industria la que acaba sacándole partido. Lo acontecido ahora con los ETF estadounidenses es un ejemplo de ello.
Como consecuencia de la Mifid II, el nuevo marco normativo europeo que entró en vigor a inicios de año, a los inversores españoles les resulta ya imposible acceder al mercado de ETF estadounidenses. Un mercado dotado de una amplia oferta y en muchos casos de calidad, y de la que ya solo pueden beneficiarse los grandes inversores institucionales. ¿Por qué? Porque la normativa exige un documento de información resumen para el inversor, el KID, para poder vender un ETF a un particular. Y los emisores de ETF estadounidenses, al regirse por la normativa del otro lado del charco, en la práctica no pueden elaborarlo. De ahí que los intermediarios hayan tenido que dejar de venderlos.
Lo que ha conseguido la normativa es reducir la oferta al alcance del minorista. Justo ahora que el volumen de la inversión a través de ETF no paraba de crecer, con los de origen estadounidense en la cresta de la ola. Una vez más la beneficiada ha sido la industria de fondos (tradicionales y ETF) europea, que reduce su competencia y se puede asignar un mayor trozo de este suculento pastel. Algo que denota cierta actitud proteccionista que resulta un tanto sospechosa.
No es la primera vez que unas normas pensadas a priori para proteger al inversor acaban desnudándole. Ya pasó con la Mifid I que no logró evitar que miles de ahorradores fueran engañados (preferentes, p.ej.) y sirvió más bien para cubrir las espaldas a ciertas entidades. Ahora parece que vamos por un camino similar. A nosotros no nos queda otra que ponernos en su lugar y tratar de ofrecerle la mejor alternativa a su alcance (vea nuestro artículo ETF estadounidenses: ¡no puedo comprarlos!). Eso sí, puede que en un futuro adquirir ETF estadounidenses abriendo una cuenta en el país de origen con las herramientas que internet pone a su alcance sea posible. Pero por ahora sea cauteloso y aléjese de las ofertas que abundan por Internet. Puede salirle caro.
Como consecuencia de la Mifid II, el nuevo marco normativo europeo que entró en vigor a inicios de año, a los inversores españoles les resulta ya imposible acceder al mercado de ETF estadounidenses. Un mercado dotado de una amplia oferta y en muchos casos de calidad, y de la que ya solo pueden beneficiarse los grandes inversores institucionales. ¿Por qué? Porque la normativa exige un documento de información resumen para el inversor, el KID, para poder vender un ETF a un particular. Y los emisores de ETF estadounidenses, al regirse por la normativa del otro lado del charco, en la práctica no pueden elaborarlo. De ahí que los intermediarios hayan tenido que dejar de venderlos.
Lo que ha conseguido la normativa es reducir la oferta al alcance del minorista. Justo ahora que el volumen de la inversión a través de ETF no paraba de crecer, con los de origen estadounidense en la cresta de la ola. Una vez más la beneficiada ha sido la industria de fondos (tradicionales y ETF) europea, que reduce su competencia y se puede asignar un mayor trozo de este suculento pastel. Algo que denota cierta actitud proteccionista que resulta un tanto sospechosa.
No es la primera vez que unas normas pensadas a priori para proteger al inversor acaban desnudándole. Ya pasó con la Mifid I que no logró evitar que miles de ahorradores fueran engañados (preferentes, p.ej.) y sirvió más bien para cubrir las espaldas a ciertas entidades. Ahora parece que vamos por un camino similar. A nosotros no nos queda otra que ponernos en su lugar y tratar de ofrecerle la mejor alternativa a su alcance (vea nuestro artículo ETF estadounidenses: ¡no puedo comprarlos!). Eso sí, puede que en un futuro adquirir ETF estadounidenses abriendo una cuenta en el país de origen con las herramientas que internet pone a su alcance sea posible. Pero por ahora sea cauteloso y aléjese de las ofertas que abundan por Internet. Puede salirle caro.