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¿Una gestión pasiva o activa?
hace 5 años - martes, 19 de junio de 2018
La gestión pasiva puede encajar entre aquellos inversores más conformistas que solo quieran sacar partido en el largo plazo del buen hacer de la economía mundial sin aspirar a mayores cotas. Eso sí, ello no implica en ningún caso que se tenga que renunciar a los beneficios de una gestión activa. Nuestra postura editorial.
¿Le suena el nombre de Warren Buffet? El también conocido como oráculo de Omaha ha logrado situarse entre las personas más ricas del planeta gracias a sus inversiones en bolsa a través del archifamoso fondo Berkshire Hathaway, lo que le ha valido para que muchos le consideren como el mejor inversor de la historia. Buffet apuesta de forma decidida por la gestión activa, intentando encontrar valor en compañías con buenas perspectivas de negocio en el largo plazo y siendo ajeno al ruido de fondo procedente del entorno macroeconómico o político de cada momento. Sin embargo, en los últimos años es otro de los que en cierto modo se ha sumado al carro de la gestión pasiva.
Las condiciones de su testamento que se hicieron públicas ya apuntaban en esa dirección. En ellas, aconsejaba a su mujer cómo debía gestionar el patrimonio cuando él no estuviera. ¿Y adivinan qué le recomendaba? Una estrategia basada en la gestión pasiva de lo más sencilla: invertir un 10% de su patrimonio en deuda pública a corto plazo estadounidense y el otro 90% en un fondo índice que replique el S&P 500. ¿Significa esto que es momento de aparcar la gestión activa y apostar decididamente por la pasiva? ¿Ha cambiado Buffet de parecer?
No exactamente. Lo que Buffet hace es poner el dedo en la llaga para decir alto y claro que la gestión activa tiene muchos peros. El principal que en general suele dejar mucho que desear y es muy cara para los resultados que ofrece. O casi lo mismo: que sus altos costes empobrecen sus resultados. Pero ojo, una buena gestión activa sí que aporta valor añadido. De hecho, es por la que lleva toda la vida apostando Buffet… y nosotros. Pero claro, él mejor que nadie sabe que es muy difícil dar con ella. Y esa es la razón por la que cree que para el pequeño inversor (su mujer incluida), en general con pocos medios a su alcance, la sencillez y fiabilidad de la gestión pasiva la convierten en una buena alternativa.
Nosotros también creemos que la gestión pasiva puede enc-jar entre aquellos inversores más conformistas que solo quieran sacar partido en el largo plazo del buen hacer de la economía mundial sin aspirar a mayores cotas. Ahora bien, mejor dejar de lado la gestión pasiva al uso, aquella que pone el foco en una ponderación por países basada en capitalizaciones bursátiles y no en el peso real de sus economías que es la que realmente a nosotros nos parece más interesante (vea todos los detalles en nuestro análisis ¿Una gestión pasiva de sus inversiones?). Eso sí, ello no implica en ningún caso que se tenga que renunciar a los beneficios de una gestión activa siempre que haya demostrado su valía y realmente merezca la pena. Nosotros hace tiempo que llevamos poniéndosela en bandeja a través de nuestras carteras, accesibles para el inversor de a pie. Los resultados nos avalan.
Las condiciones de su testamento que se hicieron públicas ya apuntaban en esa dirección. En ellas, aconsejaba a su mujer cómo debía gestionar el patrimonio cuando él no estuviera. ¿Y adivinan qué le recomendaba? Una estrategia basada en la gestión pasiva de lo más sencilla: invertir un 10% de su patrimonio en deuda pública a corto plazo estadounidense y el otro 90% en un fondo índice que replique el S&P 500. ¿Significa esto que es momento de aparcar la gestión activa y apostar decididamente por la pasiva? ¿Ha cambiado Buffet de parecer?
No exactamente. Lo que Buffet hace es poner el dedo en la llaga para decir alto y claro que la gestión activa tiene muchos peros. El principal que en general suele dejar mucho que desear y es muy cara para los resultados que ofrece. O casi lo mismo: que sus altos costes empobrecen sus resultados. Pero ojo, una buena gestión activa sí que aporta valor añadido. De hecho, es por la que lleva toda la vida apostando Buffet… y nosotros. Pero claro, él mejor que nadie sabe que es muy difícil dar con ella. Y esa es la razón por la que cree que para el pequeño inversor (su mujer incluida), en general con pocos medios a su alcance, la sencillez y fiabilidad de la gestión pasiva la convierten en una buena alternativa.
Nosotros también creemos que la gestión pasiva puede enc-jar entre aquellos inversores más conformistas que solo quieran sacar partido en el largo plazo del buen hacer de la economía mundial sin aspirar a mayores cotas. Ahora bien, mejor dejar de lado la gestión pasiva al uso, aquella que pone el foco en una ponderación por países basada en capitalizaciones bursátiles y no en el peso real de sus economías que es la que realmente a nosotros nos parece más interesante (vea todos los detalles en nuestro análisis ¿Una gestión pasiva de sus inversiones?). Eso sí, ello no implica en ningún caso que se tenga que renunciar a los beneficios de una gestión activa siempre que haya demostrado su valía y realmente merezca la pena. Nosotros hace tiempo que llevamos poniéndosela en bandeja a través de nuestras carteras, accesibles para el inversor de a pie. Los resultados nos avalan.