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Tulipomanía, una burbuja irracional
hace 5 años - viernes, 15 de septiembre de 2017Hace ya cuatro siglos, a comienzos del XVII, los tulipanes, flor que apenas florece durante tres semanas en primavera pero que una vez seca permite extraer su bulbo para trasplantarlo y su vuelta a la vida al año siguiente, se convirtieron en el mayor símbolo de ostentación y riqueza en el centro de Europa. Especialmente valiosos se consideraban los ejemplares de peculiar colorido ya que por aquel entonces no eran capaces de explicar su porqué. Así, el precio de las flores más extrañas llegó a multiplicarse exponencialmente aunque lo cierto es que el alza de precios fue generalizada. En Holanda en 1634 se podía comprar un bulbo por 10 florines, llegando a costar el doble el año siguiente y seis veces más en 1636. Los poseedores de tulipanes eran más y más ricos cada día y la ganancia para quienes los compraban era segura.
Una fiebre compradora se adueñó de las clases más pudientes, extendiéndose luego a las clases medias. Y cuando a alguien se le ocurrió que no hacía falta esperar a tener la flor para traspasar el derecho de propiedad sobre la misma, la tulipomanía terminó extendiéndose por toda la sociedad. Se comenzaron a vender derechos sobre los tulipanes en documentos privados que se transmitían de un inversor a otro antes de que el bulbo llegara a florecer, primero en la Bolsa de Ámsterdam y luego, cuando el gobierno los prohibió, en tabernas “fuera de mercado“. El dinero era tan fácil y la fiebre era tal que no fueron pocos los que dejaron sus trabajos para dedicarse al negocio de la compraventa de bulbos.
A comienzos de 1637 el precio normal de un bulbo rondaba ya los 200 florines, pero por aquellas variedades menos corrientes se llegaban a pagar más de 1.000 florines, es decir el equivalente a siete años de trabajo de un artesano o el precio de 10 toneladas de mantequilla, lo que equivaldría hoy a más de 50.000 euros, algo a todas luces irracional. Todo cambió el 6 de febrero de 1637. Aquel día se realizó una subasta de bulbos que no halló comprador y esa ansia compradora se transformó en pánico vendedor. Aquellos que contaban con bulbos de verdad todavía pudieron salvar algo vendiendo a precios de derribo. Pero los que tenían contratos se quedaron con unos papeles que no valían para nada. Las fortunas que se habían formado en días desaparecieron en minutos, muchos se quedaron sin ningún otro recurso y, además, endeudados. Toda Holanda entró en bancarrota.
Si en algún momento se le pasa por la cabeza la idea de que puede vivir del trading de productos exóticos como opciones binarias, o que puede hacerse rico con las criptomonedas como el Bitcoin, acérquese primero al vivero más cercano y compre un par de bulbos de tulipán. A usted no deberían haberle costado más de un euro. Sin embargo, piense que hace 400 años alguien pudo haber llegado a pagar cerca de 100.000 euros por ellos. Sea razonable y actúe en consecuencia. No hay nada nuevo bajo el sol.
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