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Inversión: ¿de ilusión también se vive?
hace 6 años - viernes, 2 de junio de 2017
No deje que espejismos como contrasplits o ampliaciones liberadas le impidan ver la realidad.
Invertir en acciones con tiempo por delante es una excelente idea para exprimir al máximo sus ahorros. Con ellas optará a rendimientos esperados superiores al de otras inversiones a cambio de asumir un riesgo que se difumina con el paso de los años. Pero claro, no todas las acciones son iguales. Si usted tiene buen tino en su elección al cabo de, pongamos 20 años, podría sentir una sensación de euforia indescriptible. De lo contrario, podría acabar con menos dinero que con el que empezó.
Y ahora la pregunta del millón: ¿qué hay que hacer para acertar? Nadie tiene una bola de cristal, pero sí existen datos objetivos y medibles a través de los que fundamentar la apuesta por una determinada acción. Eso sí, como habrá podido imaginar, no existe ninguna fórmula mágica para dar con ellos. Detrás “solo” habrá una mezcolanza de conocimientos económicos, financieros y, sobre todo, mucho tiempo por el camino dedicado a comprender los entresijos de la empresa en cuestión, su mercado, perspectivas de negocio, cuentas financieras… con el fin de poder finalmente comparar unas compañías con otras con el propósito de detectar aquellas que parten con ventaja y en cuya cotización, a priori y con la vista puesta en el largo plazo, debería terminar reflejándose esas mejores perspectivas.
Ahora bien, no podemos pasar por alto el componente subjetivo que también incide en la cotización de las compañías. Cierto es que en principio se limita al corto plazo y pierde peso conforme pasan los años. Pero haberlo, haylo. Nos estamos refiriendo a estados de ánimo de los inversores, sensaciones y percepciones que pueden llevarles a pensar que una acción es más o menos interesante en base a unos criterios que en realidad… no tienen fundamento alguno. ¡Cuidado!
Las compañías son conscientes de ello y muchas tratan de arrimar el ascua a su sardina, realizando operaciones con el ánimo de ganarse a los inversores y mejorar así la percepción que pudieran tener de la compañía. En este contexto podemos encuadrar las ampliaciones de capital liberadas con las que tratan de simular el pago de un dividendo que en realidad no es tal (vea el último caso de Philips) o el reagrupamiento de acciones o contrasplit con el que quieren hacer creer que la acción (y la compañía) tienen un mayor valor cuando a efectos prácticos no cambia nada (vea el contrasplit de Bankia).
Nosotros, tratándose de inversiones, no nos dejemos llevar por operaciones ilusorias y tratamos de mantener los pies en el suelo. Nuestros consejos pasan el filtro de un riguroso análisis basado en criterios objetivos y medibles y, hasta ahora, podemos darnos por satisfechos. Un buen ejemplo de ello es nuestra cartera de acciones, que tantas alegrías ha dado en el pasado y que seguiremos poniéndole en bandeja para que usted saque partido de ella. Para seguir por esa buena línea, precisamente ahora recomendamos algunos cambios.
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