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Bancos: no aprender de los errores
hace 5 años - lunes, 10 de abril de 2017
El sector financiero vuelve a las andadas y parece volver a repetir los errores del pasado.
La serie de despropósitos cometidos en el sector financiero en los últimos tiempos daría para llenar tomos enteros de una enciclopedia. El despilfarro en forma de inversiones temerarias y gestión de rapiña (salarios estratosféricos, tarjetas black…) saltó por los aires con la explosión de la burbuja inmobiliaria. Pero muchas entidades en lugar de hacer borrón y cuenta nueva emprendieron una huida hacia adelante. Así, continuaron las jubilaciones doradas de altos directivos y se endosó el problema de las entidades quebradas a los demás: a los propios accionistas, diluyendo el valor de sus acciones con continuas ampliaciones de capital – algunas escatimándoles el derecho de suscripción preferente –; al Estado, es decir a usted, que inyectó dinero público para rescatar a muchas entidades; o a sus propios clientes, colocándoles participaciones preferentes o acciones sobrevaloradas.
¿Cómo es posible que en España en pleno siglo XXI sucediera toda esta maraña de despropósitos? ¿Dónde estaban los controles, la responsabilidad de las compañías auditoras, de la CNMV, del Banco de España? Si bien las fusiones entre entidades eliminaron sobre el papel las entidades más problemáticas y la actuación de la Justicia, aunque tarde y mal, restañó las heridas al menos de los clientes con la anulación de las preferentes, cláusulas suelo, OPV de Bankia… crearon sin embargo la ilusión (léase espejismo) de que se había tirado de la manta y limpiado buena parte de la basura escondida.
Y justo ahora el Banco Popular anuncia que en el armario hay más cadáveres, que esas fusiones que eliminaron sobre el papel las entidades problemáticas, como el Banco Pastor cuando fue absorbido por el propio Popular, lo que hicieron fue pasarle el problema a la entidad absorbente. En un triste déjà vu, dimite el Consejero Delegado del Popular al detectar la auditoría un agujero no reconocido en sus cuentas de casi 636 millones (unos 0,15 euros por acción) y la acción se deja en Bolsa una cuantía similar, lo que supone una pérdida de un 13% de su valor.
Los criterios contables no son rígidos y en las cuentas de 2016 que definitivamente apruebe la asamblea general se aprovechará esa flexibilidad para traspasar a 2017 ese quebranto, cuando no directamente cargarlo contra el balance. Lo cierto es que parece imprescindible una nueva ampliación de capital –a costa de sus accionistas- y parece demostrado que las cuentas presentadas hasta ahora no reflejaban la imagen fiel del banco. En EE.UU. ante este tipo de perjuicios son comunes las “class actions”, demandas conjuntas a las que cualquier perjudicado puede unirse, como en el caso de la demanda colectiva contra Pearson; aquí en cambio no son tan sencillas. En cualquier caso, mientras la CNMV se limite a actuar como un mero depositario de las cuentas de las empresas cotizadas, la mejor arma del pequeño inversor a la hora de invertir no será otra que la diversificación.
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