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Abengoa, más que números
hace 7 años - lunes, 30 de noviembre de 2015
Vea nuestra opinión sobre la crisis de la compañía tecnológica española Abengoa.
No es habitual que en nuestro país el nombre de una empresa abra los noticiarios o encabece las portadas de los periódicos. Por desgracia, Abengoa lo ha conseguido. Las implicaciones de la posible caída de la compañía andaluza de ingeniería afecta no solo a la posible pérdida de empleo de sus 26.000 trabajadores. Los bancos acreedores también tienen un nuevo e importante agujero financiero y la “marca España” de la que Abengoa era uno de sus estandartes ha quedado seriamente dañada.
Explicar cómo se ha llegado a esta situación no debería resultar tan sorprendente. El elevado endeudamiento de la compañía era público y notorio. Por su parte, las principales agencias de calificación ya consideraban su deuda como “bonos basura” desde hace unos meses. El tufillo de una eventual suspensión de pagos era una amenaza a tener en cuenta. Algo que hacía que la compañía no haya sido nunca santo de nuestra devoción. Tan solo el desplome de la cotización vivido este pasado verano nos llevó a cambiar nuestro consejo de vender a conservar: aquellos que no la hubieran vendido cuando recomendamos hacerlo, podrían mantenerla, aunque advirtiendo eso sí del elevadísimo riesgo que se corría en la compañía (5 dentro de una escala de 1 a 5).
Además, otros indicadores igualmente interesantes para el inversor, como el gobierno corporativo que rebajamos hace apenas un mes (de 4 a 2, en una escala de 1 a 10), nos alertaban de su excesivo riesgo. Por eso a veces hay acciones que no merecen un consejo favorable, a pesar de contar con buenas perspectivas. De ahí que este tipo de acciones (por ejemplo, Volkswagen o la propia Abengoa) no nos parezcan aconsejables para formar parte de la cartera de un buen padre de familia.
Adelantar cuál será la solución final para Abengoa es tarea complicada. La sociedad necesita una nueva e importante inyección de liquidez de forma inmediata. A medio y largo plazo tendrá que vender actividades y afrontar una dura transformación en la que los actuales accionistas, mucho nos tememos, podrían ver cómo desaparece prácticamente su dinero y como su papel en la compañía será de meros convidados de piedra ya que el día a día estará en manos de los bancos acreedores.
Invertir en acciones siempre es arriesgado. Pero cuando el riesgo es superior “a lo normal” hay que tomar precauciones adicionales y, si es posible, evitar esas acciones concretas en cartera. Si a usted, pese a todo, no le asusta el riesgo, nuestro consejo es que, al menos, modere la presencia de las mismas dentro de su cartera y que diversifique de forma adecuada siguiendo, por ejemplo, nuestra cartera modelos de acciones recomendada.
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