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Las inversiones y la ética

Publicado el   15 enero 2014
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En todo lo referente a la ética hay diversidad de sensibilidades. Nosotros nos limitarnos a valorar las inversiones sin considerar sus etiquetas, y que cada uno destine luego las ganancias obtenidas, o parte, directamente a la causa que mejor considere.

Velar por el bolsillo sin perder el alma es una aspiración vital para la mayoría de los pequeños inversores. En OCU inversores, que sabemos más por viejos que por diablos, podemos decir que hemos visto de todo. Por un lado, están aquellos que desde el mundo financiero marcaban de buena fe una ruta por la que caminar entre distintas ofertas de inversión sin olvidar esta aspiración. En la otra cara de la moneda nos hemos encontrado con entidades o productos de inversión que se añadían alegremente el calificativo de “éticos” o “socialmente responsables”.

Basta solo con echar un poco la vista atrás para recordar, por ejemplo, cómo las cajas de ahorros, paradigma por definición de entidades financieras socialmente responsables, mantenían con una mano una obra social ejemplar, mientras que con la otra no dudaban en dinamitar los ahorros de toda su vida de aquellos con menor cultura financiera o pagaban sueldos de infarto a consejeros cuya única labor era hacer el "egipcio": poner la mano y mirar hacia otro lado.
Nosotros, conscientes de que incluso aquellos que actúan de buena fe pueden defender distintas sensibilidades en lo que a una visión ética se refiere, nos andamos con pies de plomo siempre que vemos una de estas etiquetas que pretende distinguir a los buenos de los malos.

En todo caso, ello no nos impide seguir ciertos principios propios como p.ej. evitar aconsejar la compra de acciones de compañías tabaqueras o considerar el respeto al accionista mediante una administración leal y diligente como un pilar esencial en toda inversión bursátil. En OCU inversores evaluamos esta administración en una escala de 1 a 10, en donde la puntuación más baja correspondería a un Gobierno Corporativo pésimo; y la más alta, a uno excelente. Bajo esta óptica, también observamos todo lo relacionado con la retribución de los altos cargos; sueldazos, ajenos a la austeridad general y a la evolución de la propia compañía, que consideramos que, por ley en una empresa cotizada, no deberían superar en más de 20 veces el salario medio del conjunto de los trabajadores. Sobran argumentos para limitar los sueldazos actuales. Para que se haga una idea, los primeros ejecutivos de las empresas del Ibex cobran más de 100 veces lo que un trabajador medio español (vea aquí más detalles).

En todo lo referente a la ética hay diversidad de sensibilidades. Un buen ejemplo podría ser el caso del Santander, que presume en su publicidad de ser “banco sostenible del año” (distinción concedida por el Financial Times) pero que suspende en nuestra valoración de Gobierno Corporativo, con una nota de 4. Por ello, creemos más sabio limitarnos a valorar las inversiones como tales, sin considerar sus etiquetas y preferimos que cada cual destine posteriormente las ganancias obtenidas, o parte de ellas, directamente a la causa que mejor considere.

 

 

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