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Cuando el jefe compra
hace 9 años - lunes, 14 de octubre de 2013
¿Qué conclusiones se pueden sacar cuando los máximos dirigentes de una compañía invierten su dinero en la misma?
Que el consejo de administración de una empresa y sus principales ejecutivos son quienes mejor conocen la marcha y el valor real de una compañía es un hecho difícilmente cuestionable. Por ello, las compras y ventas que para ellos mismos hacen de las acciones de sus empresas es una información valiosa que debe ser objeto de pública difusión.
Un reciente estudio publicado por la CNMV ha analizado dichas operaciones en España durante el periodo transcurrido entre enero de 2007 y junio de 2012. El informe concluye que estas compras suelen estar relacionadas con alzas en la cotización y que, además, si quién está al volante pone más carne en el asador, es normal que los demás lo imiten con mayor confianza, por lo que la variación es mayor cuanto mayor es el paquete adquirido.
Ahora bien, dicho efecto es limitado; si comprasen antes de una importante subida podría acusárseles de abusar de información confidencial. Y suele producirse en los días en que se realiza la compra y no tanto en el momento en que se hace pública la información – cuentan con 5 días para ello –. Así las cosas, los especuladores no encontrarán aquí faro alguno por el que guiarse.
En cualquier caso, dicha información hay que cogerla con pinzas. En momentos candentes, una compra puede significar una huida hacia adelante. Un salto hacia las brasas tratando de escapar del fuego. En unas ocasiones se produce de forma evidente, como puede dar fe el Sr. Bañuelos, que se ve obligado a acudir a la ampliación de Amper pagando precios desorbitados (vea nuestro análisis sobre esta compañía).
En otras, puede sospecharse, como ocurre con el Sr. Cebrián, con su cargo en Prisa en entredicho (vea el artículo Prisa renueva su pacto).
Aunque es cierto que los consejeros delegados son los que mejor conocen sus propias empresas, tenga cuidado y no interprete estos movimientos de forma unívoca. A veces sus intereses personales no tienen por qué coincidir con los del pequeño accionista.
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