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Agencias de rating: aquí huele a podrido
hace 10 años - lunes, 5 de noviembre de 2012La crisis económica ha dejado en niveles mínimos nuestra capacidad para sorprendernos: escándalos, fallos garrafales en organismos reguladores, prácticas abusivas, falta de ética…En poco más de cuatro años nos ha tocado ver de todo… pero parece que aún no hemos terminado. Hace unos días se daba a conocer un informe del Banco Central Europeo (BCE) sobre las tres principales agencias de rating (Fitch, Moody’s y S&P) en el que se revelaba que existen “conflictos de interés” entre estas compañías y los bancos, algo que estaría distorsionando los procesos de calificación. En concreto, el documento apuntaba que este trío tenía la costumbre de poner las mejores notas a los grandes bancos y a los buenos clientes, es decir, a quienes les contrataran para otras tareas. Una brillante estrategia de fidelización, si no fuera por la independencia y el rigor que se presupone a sus calificaciones.
Pese a que es la primera vez que estas prácticas torticeras se ponen negro sobre blanco, nosotros nunca habíamos confiado en las valoraciones de este trío. Y para comprender nuestras razones, basta con echar un vistazo a algunos de sus más sonados resbalones: en los días previos a su quiebra, Lehman Brothers y AIG contaban con la máxima calificación crediticia; y lo mismo pasó con los productos en los que se empaquetaban las hipotecas “basura” o con la banca islandesa a pocos días de su colapso. Sin embargo, los que parecen obviar estas meteduras de pata son nuestros gobernantes y reguladores. Los primeros mantienen un extraño doble juego, que les lleva a criticar a estas agencias – p.e. cuando S&P dejó a la deuda española al borde del bono basura–, mientras les pagan para que califiquen la deuda patria. Y los segundos se atreven a utilizar sus ratings como fundamentos sobre los que se sostienen ciertas normas, como la que regula la composición de las carteras de los fondos monetarios.
Como era de esperar, el informe del BCE no ha tenido consecuencias sobre la hegemonía “calificadora” de estas agencias, algo que nos resulta aún más escandaloso que sus propias conclusiones. Pese a ello, nosotros seguiremos alzando la voz y ofreciéndoles algo que todavía hace mucha falta en el ámbito financiero: la independencia.
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