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¡A la caza del pasivo!
hace 11 años - lunes, 24 de octubre de 2011
Desde el estallido de la crisis, las entidades financieras buscan alternativas para logar liquidez. Primero fueron los depósitos...Ahora, los pagarés... ¿Cuáles son sus diferencias? ¿Realmente ofrecen una rentabilidad adecuada?
Desde que el grifo de la liquidez está cerrado, bancos y cajas han tenido que buscarse las mañas para captar dinero de forma alternativa. Su primera apuesta fue la de los depósitos, que terminó desembocando en una auténtica “guerra” entre entidades por ver quién ofrecía la rentabilidad más atractiva para el cliente. Pero la batalla duró poco: el Gobierno, apoyándose en supuestos riesgos para el sistema financiero (e ignorando el perjuicio para el consumidor), aprobó el Real Decreto 771/2011, que penalizaba a los depósitos que ofrecían más rentabilidad con una aportación extra al Fondo de Garantía de Depósitos.
La guerra por la “pasta” podría haber terminado aquí… pero no lo hizo. En septiembre, bancos y cajas trasladaban su batalla a un nuevo frente: la emisión de pagarés, que permitía captar liquidez y, al mismo tiempo, esquivar la nueva regulación. Pero, ¿es lo mismo optar por un producto que por otro? Si pensamos en sus garantías, no tienen nada que ver. Los pagarés no están respaldados por el Fondo de Garantía de Depósitos, así que, en caso de la entidad se declarara en suspensión de pagos, el inversor podría sufrir importantes pérdidas. Las posibilidades de que eso pasara eran impensables hasta hace no mucho, pero el recrudecimiento de la crisis no deja a ninguna entidad libre de este mal. No hay más que ver el último tirón de orejas que “Moody’s” daba hace unos días a varias entidades nacionales, a las que ha rebajado su calificación. Si el veredicto de estas organizaciones siempre ha sido escandalosamente benevolente con las compañías a las que califican, suponemos que la situación pinta bastante peor de lo que dicen.
Lo que también diferencia a ambos productos es su rentabilidad, superior en el caso de los pagarés, y no sólo porque su riesgo sea mayor. Pese a que podemos encontrar depósitos a un año que ofrecen hasta un 4% TAE, la media del mercado sólo llega al 2,1%. Eso nos lleva a pensar que existe a una importante masa cautiva a la que se ofrece una rentabilidad que, no sólo es más baja de lo que debería ser, sino que además es negativa, si tenemos en cuenta que la inflación ronda actualmente el 3%. El problema es que si bancos y cajas pagaran a sus clientes como es debido, la situación de sus cuentas de resultados podría llegar a ser desoladora. Un caso más en el que el pequeño inversor sale perdiendo, y un frente más en el que a nosotros nos toca seguir luchando.