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La amenaza amarilla
hace 13 años - lunes, 1 de febrero de 2010Cuentan los cronistas que hace unos doscientos años le preguntaron a Napoleón qué opinaba de China y él respondió: “Allí duerme un gigante. Dejémoslo que duerma, porque cuando despierte se moverá el mundo entero".
China ya no es sólo conocido por tener el mayor ejército del planeta (unos 2,5 millones de soldados), contar con 16 de las 20 ciudades más contaminadas del mundo o mantener a un tercio de su población en la pobreza absoluta. En los últimos años el gigante asiático se está despertando y ya es toda una potencia económica de primer orden: se ha convertido en el mayor exportador mundial y su mercado interno no es para nada desdeñable. En 2009, por ejemplo, se vendieron allí cerca de 13,6 millones de coches nuevos, destronando a Estados Unidos como el mayor mercado mundial de automóviles.
El papel chino en la escena mundial es ya incuestionable. En plena crisis económica su crecimiento ha superado a todos los países desarrollados alcanzando el 8,7% en 2009; y en 2010 esperamos que sea incluso mayor. China juega además la baza del desacoplamiento, esto es, sus ciclos económicos no siguen el mismo ritmo que las principales economías mundiales y se convierte en una apuesta muy a tener en cuenta ahora que la locomotora occidental avanza más despacio.
A China puede vérsele hoy como una amenaza o como una oportunidad. Es cierto que sus problemas son aún enormes: con un motor económico muy revolucionado no se puede descartar un eventual recalentamiento y desde el punto de vista humano no es precisamente el mejor lugar del mundo para vivir. Pero al igual que ha hecho Google quedándose en China a pesar de los problemas con la censura y el rifirrafe con las autoridades locales, el inversor con un horizonte realmente de largo plazo puede subirse al carro amarillo invirtiendo en las empresas chinas tal y como le indicamos en el artículo siguiente.