Es cierto que desde finales de enero el billete verde ha caído un 10%, estando por debajo de los niveles a los que estaba antes de que Trump llegara a la Casa Blanca. Pero el peor escenario posible de una adicional fuerte caída del dólar es más ficción que realidad. No obstante, todo esto nos recuerda la necesidad de tener una cartera bien diversificada, procurando no sobreexponerse a un único activo, aunque se considere seguro, como lo son las obligaciones del Estado denominadas en dólares.
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La caída del dólar: una tendencia estructural
Desde el fin de la convertibilidad del dólar al oro en los años 70, la moneda estadounidense ha seguido una tendencia a la baja a largo plazo. Esta tendencia podría continuar en los próximos años, sobre todo si las autoridades estadounidenses favorecen una política cambiaria más flexible para apoyar sus exportaciones.
Pero esta depreciación sólo puede ser gradual. Una nueva caída brusca del dólar ahuyentaría a los inversores extranjeros, provocando una subida de los tipos de interés estadounidenses. Sin embargo, Estados Unidos necesita este capital para financiar su déficit presupuestario. El margen de maniobra es, pues, limitado.
Que no cunda el pánico
Para los inversores, una subida de los tipos de interés como consecuencia de una fuerte caída del dólar sería una mala noticia para los bonos que ya tienen en cartera, cuyo valor disminuiría.
En cambio, abriría oportunidades de inversión para nuevas emisiones a tipos más atractivos. Y si la depreciación del dólar fuera demasiado lejos, la Reserva Federal, la Fed, se vería obligada a intervenir subiendo los tipos para contener la inflación y apoyar al billete verde.