Lección 1 : ¿Qué es un depósito a plazo?

¿Qué es un depósito a plazo?
¿Qué es un depósito a plazo?
Un depósito a plazo es un producto bancario que consiste en depositar una cantidad de dinero durante un tiempo determinado, a cambio de un interés pactado de antemano.
A diferencia de la cuenta corriente, que sirve para las operaciones del día a día (pagos, transferencias, recibos), o de la cuenta de ahorro, que suele ser más flexible, el depósito a plazo exige mantener el dinero inmovilizado hasta la fecha de vencimiento.
Su ventaja principal es la seguridad: sabes de antemano qué rentabilidad vas a obtener y tu capital está protegido.
Las razones más habituales son:
Seguridad: tu dinero está cubierto por el Fondo de Garantía de Depósitos, hasta 100.000 euros por persona y entidad.
Rentabilidad previsible: conoces de antemano el interés que cobrarás al vencimiento.
Disciplina de ahorro: al estar bloqueado, evitas gastar el dinero antes de tiempo.
Ausencia de riesgo de mercado: el capital está garantizado, a diferencia de las inversiones en Bolsa.
Se trata, por tanto, de una opción atractiva para perfiles prudentes o para quienes desean rentabilizar su dinero sin sobresaltos.
En nuestro país, los bancos ofrecen diferentes modalidades:
Depósitos a plazo fijo tradicionales: remuneración garantizada durante todo el periodo pactado (por ejemplo, 6, 12 o 24 meses).
Depósitos a plazo con intereses crecientes: el tipo de interés aumenta con el tiempo, premiando la permanencia.
Depósitos combinados o estructurados: parte del dinero va a un depósito garantizado y otra parte se invierte (por ejemplo, en Bolsa). Suelen ser más arriesgados y conviene leer muy bien la letra pequeña.
Cualquier persona física puede contratar un depósito a plazo, incluso en nombre de un menor (si la entidad lo permite). También se pueden abrir depósitos conjuntos entre dos o más titulares.
Nada impide contratar varios depósitos en diferentes bancos, lo que puede ser útil para diversificar y mantener la cobertura del Fondo de Garantía.
Normalmente los depósitos a plazo exigen un importe mínimo de apertura, que varía según el banco (puede ser desde 500 hasta 10.000 euros o más). En cuanto al máximo, depende de las condiciones de cada entidad, aunque para importes superiores a 100.000 euros conviene repartir entre bancos para aprovechar al máximo la garantía de depósitos.
El gran atractivo del depósito a plazo son los intereses, que se calculan en función del capital invertido, el tipo de interés pactado y el plazo de duración.
Los intereses pueden pagarse al vencimiento (lo más habitual) o de forma periódica (mensual, trimestral, anual). Durante el plazo contratado, no puedes retirar el dinero sin penalización: si lo haces, normalmente pierdes parte o la totalidad de los intereses.
En España, los intereses de los depósitos a plazo tributan como rendimientos del capital mobiliario en el IRPF. El banco retiene de forma automática el 19% a cuenta, que puede aumentar al 21%, 23%, 27% o 30% si superas ciertos tramos anuales de intereses (6.000 €, 50.000 €, 200.000 € y 300.000 €).
En cuanto a comisiones, los depósitos suelen ser gratuitos: no hay gastos de apertura ni de cancelación al vencimiento. Eso sí, si cancelas anticipadamente, la entidad puede aplicar penalizaciones que reduzcan tu rentabilidad o incluso no percibir interés alguno.
Aunque seguro, este producto también tiene sus contras:
Dinero inmovilizado: no puedes disponer del capital hasta el vencimiento, salvo que aceptes penalizaciones.
Rentabilidad limitada: los tipos ofrecidos suelen ser bajos y, a menudo, inferiores a la inflación.
Sin plusvalías: no hay crecimiento del capital más allá de los intereses pactados.
Por eso, conviene verlo como un complemento para el ahorro seguro, no como única estrategia financiera.
Lo recomendable es hacerlo cuando dispongas de un dinero que no necesites a corto plazo. De ese modo, puedes rentabilizarlo sin riesgo mientras mantienes tu fondo de emergencia en cuentas más líquidas.
A la hora de comparar, fíjate en:
El tipo de interés ofrecido (TAE).
El plazo de vencimiento (cuanto más largo, mayor suele ser el interés).
Las condiciones de cancelación anticipada.
La solvencia y reputación del banco.
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