Esta decisión, en gran medida anticipada, no ha sacudido particularmente a los mercados, que reaccionaron poco a la noticia. De cara al futuro, el BCE permanecerá atento a los indicadores económicos para determinar el ritmo y la magnitud de las futuras reducciones de los tipos de interés.
Crecimiento débil
La desaceleración de la inflación le ayudará a seguir en la senda de la relajación monetaria. Con la inflación en la zona euro situada en 1,7% en septiembre, según Eurostat (frente al 2,2% en agosto), se espera ampliamente una nueva bajada del precio del crédito en la próxima reunión de política monetaria, que se celebrará el 12 de diciembre. Sin embargo, será necesario seguir atentos a la evolución de los precios. La fuerte caída observada en septiembre fue posible, gracias al desplome de los precios de la energía (-6,1% en un año). En otros sectores, especialmente en los precios de los servicios, el crecimiento sigue siendo fuerte (+3,9% en un año), lo que indica que la inflación subyacente (excluyendo energía y alimentos no procesados) se mantiene en un 2,7%.
Este crédito más barato brindará un poco de alivio a los consumidores y empresas de Europa. Sin embargo, no representa una panacea frente a las dificultades que afectan al Viejo Continente. Es difícil imaginar cómo las empresas y los hogares comenzarán a gastar sin reservas en un momento en que la incertidumbre sobre el futuro sigue siendo muy alta, y grandes sectores de la economía se enfrentan a importantes desafíos y carecen de visibilidad.
· El BCE y su política monetaria suelen ser señalados como los culpables de todos los males que afectan a la zona euro. Pero lo cierto es que, si la situación es difícil, no es tanto culpa de Christine Lagarde y sus colegas. Ellos simplemente siguen, más o menos, las grandes tendencias de la política monetaria global, particularmente la de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed). Las razones por las cuales los europeos carecen de confianza y prefieren ahorrar una mayor parte de sus ingresos, se encuentran más bien en la incapacidad de Europa para implementar políticas a largo plazo que generen innovación o empleo; o incluso para mostrar pragmatismo en la gestión de cuestiones delicadas.
Por lo tanto, aunque las bajadas de tipos del BCE deberían permitir que nuestras economías se mantengan a flote, no se deben esperar milagros, y el crecimiento seguirá siendo débil. Es por ello, que no invertimo de forma global en la zona euro, sino solo a través de apuestas individuales.