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Sector financiero, año 1 El 15 de septiembre de 2008, el mítico banco de inversión Lehman Brothers, fundado 158 años atrás, se declaró oficialmente en quiebra. El inicio de un cataclismo financiero sin precedentes desde la crisis de 1929. Actualmente, un año después, el sector sigue siendo demasiado poco transparente como para invertir en él. |
Seísmo bancario
Con la quiebra de este venerable banco americano, el sector financiero se sumió inmediatamente en el caos. Un clima de sospecha se extendió por doquier y el modelo de hacer banca que había triunfado en la última década saltó en pedazos. Las titulizaciones que ayer se colocaban como rosquillas emitidas por los grandes bancos y con el marchamo positivo de las agencias de calificación crediticia ya nadie las quería. Los bancos ya no sólo se negaban a comprar estos títulos sino que sabedores de que ellos mismos y la competencia tenían sus arcas llenas de humo se negaban incluso a seguir prestándose dinero con lo que se secó el mercado interbancario. Sólo las inyecciones masivas de dinero público evitaron la paralización total. Para hacer frente a las importantes pérdidas en sus carteras, tanto aquellos que las reconocieron como aquellos de los que nada se ha sabido tuvieron que recapitalizarse realizando ampliaciones de capital, emitiendo bonos convertibles, o participaciones preferentes. Pero esta crisis está lejos de escribir su final y el problema de los préstamos dudosos no está aún resuelto. El baile de las depreciaciones de activos por tanto aún no ha terminado.
El descenso a los infiernos de las bolsas
En las horas posteriores a la quiebra de Lehman Brothers, la onda expansiva golpeó de lleno a las bolsas mundiales. Ese mismo día, el índice Dow Jones de Nueva York perdió un 4,4%. Y no fue más que el principio ya que los índices llegaron a perder hasta el 50% de su valor, por el temor de los inversores a una nueva gran depresión. Pero gracias a la intervención masiva de las autoridades monetarias y políticas, esta visión apocalíptica resultó exagerada y los parqués bursátiles han registrado un fuerte rebote. Al final, entre el 1 de septiembre de 2008 y el del 2009, las bolsas occidentales han reducido sus pérdidas al 20%, es decir, una caída similar a la sufrida entre 2007 y 2008. Así pues, la quiebra de Lehman Brothers y la crisis bancaria no han acelerado la corrección bursátil iniciada por la recesión. El impacto en los mercados de renta fija también resultó ser pasajero. Después de haber alcanzado la zona de máximos, los tipos interbancarios y las primas de riesgo exigidas por las obligaciones de empresas han vuelto a la normalidad.
Retraso reglamentario
Pese a la necesidad unánime de contar con un nuevo marco reglamentario, doce meses más tarde pocas cosas han cambiado en el sector. Y sobre todo ninguna en la dirección que impediría otra nueva crisis similar. La simbólica limitación de los bonus, el ¿final? de los paraísos fiscales o el reforzamiento de los fondos propios de los bancos… ninguna de estas propuestas impediría un nuevo cataclismo financiero. Y es que ha sido la propia actividad bancaria la que ha provocado el problema, y no la falta de fondos propios. Así, nadie parece cuestionar el modelo de hacer banca en el que un apetito desmesurado por el crecimiento, unas jugosas comisiones o un beneficio rápido, justifican la asunción de cualquier riesgo aunque no haya nada detrás de dichos productos colocados o inversiones.
Lecciones no aprendidas
Para evitar un nuevo colapso del sistema, harían falta menos mastodontes, comportamientos más prudentes y una vuelta a la economía real. Desafortunadamente, la evolución de los doce últimos meses no va en esa dirección. Todo lo contrario, la crisis ha favorecido la concentración bancaria, apenas han rodado cabezas y nadie parece ser responsable del quebranto. El rescate de los bancos por las autoridades políticas ha reforzado el sentimiento de que los grandes bancos ya no serán abandonados a su suerte por los gobiernos. No hay que engañarse y creer que las lecciones de la crisis han servido para algo. En el estado actual de las cosas, bastarán unos pocos años de buena coyuntura para que la caza de la rentabilidad - y las peligrosas consecuencias que acarrea – vuelva a la palestra.
… y lo peor sigue siendo posible
Doce meses después de la quiebra de Lehman, la reforma del sector financiero sigue esperando. Aunque algunas entidades, a veces muy prestigiosas, han desaparecido, la mayoría de sus actividades – que fueron las que generaron dichos agujeros – en lugar de eliminarse han sido adquiridas por sus competidores. Si bien los bancos han recuperado la virtud de la prudencia, ha sido más por obligación y para digerir las pérdidas del pasado que por convicción. Lejos de estar saneado, el sector financiero presenta aún tanto en sus cuentas como en sus prácticas importantes incertidumbres que invitan a la prudencia.
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