Sector biotecnológico: en la carrera por la vacuna contra el COVID-19

Protocolos obviados

Para que una vacuna llegue al mercado debe comenzar por demostrar un perfil de seguridad aceptable (Fase I), su efectividad ante el agente patógeno (Fase II) y la mejora que representa frente a los tratamientos existentes (Fase III). El proceso requiere en torno a 10 y 15 años y cuesta entre 200 y 300 millones de dólares. Con la pandemia del COVID-19 estos protocolos han sido obviados en nombre de la emergencia. Los proyectos de investigación – que ya van por más de 120 en desarrollo –, pueden ser una oportunidad para pequeñas empresas emergentes con tecnologías innovadoras. No obstante, esta vacuna no será lucrativa, como ya han manifestado las compañías farmacéuticas.

El grano entre la paja

La efervescencia del mercado dificulta la visibilidad, pero hay que fijarse en:

· El avance clínico: históricamente, menos del 10% de los compuestos que entran en Fase I llegan al mercado. Esta emergencia ha permitido superarla más rápido y que los medicamentos que pasen a la Fase II acaricien prácticamente el mercado (en ausencia de los mismos). Eso sí, la tasa de éxito es apenas del 15,3%.

· La tecnología: en el caso del coronavirus es posible que varias vacunas lleguen al mercado; pero las que mejor se venderán serán, sin duda, las que mejor perfil de seguridad y confort presenten. El éxito de la inmunoterapia en otros campos de la salud nos sugiere que las vacunas basadas en ácido nucleico (mRNA), que se dirigen directamente al sistema inmune del individuo, presentan un perfil interesante de seguridad/confort. Eso sí, el hecho de ser una tecnología aún no explorada en la vacunación aumenta su riesgo.

· Socio de prestigio: tener detrás a una Universidad/Instituto de prestigio es un plus; pero nos parece mejor tener una farmacéutica con cadenas de producción y equipos comerciales listos para usar.