Principales productos de inversión
Cuentas de ahorro
Las cuentas de ahorro (similares a las cuentas corrientes a la vista) son productos bancarios donde el cliente deposita su dinero con la ventaja de tener disponibilidad inmediata de los fondos en cualquier momento. A diferencia de un depósito a plazo, en una cuenta a la vista el dinero puede retirarse en cuanto se pida, sin penalización alguna. Algunas cuentas de ahorro remuneran el saldo con un pequeño interés, Actualmente, para incentivar clientes, ciertos bancos lanzan cuentas de ahorro remuneradas con tipos de interés promocionales (a menudo condicionados a cumplir requisitos como domiciliar nómina, recibos, etc.).
Al igual que los depósitos, las cuentas de ahorro y cuentas corrientes están protegidas por el Fondo de Garantía de Depósitos hasta 100.000 € por titular en cada banco. Esto significa que el dinero que tengamos en cuenta (saldos en cuenta) goza del mismo nivel de protección ante una hipotética insolvencia de la entidad.
No son una opción rentable como inversión más allá de sumas destinadas al corto plazo o al colchón de emergencias del ahorrador.
Depósitos a plazo
Los depósitos bancarios a plazo (también llamados imposiciones a plazo fijo) son productos de ahorro en los que el cliente entrega una suma de dinero a una entidad bancaria durante un plazo determinado, a cambio de recibir intereses pactados. Al vencimiento del plazo, el banco devuelve el capital invertido más los intereses generados (según el tipo de interés acordado, que suele ser fijo o, en algunos casos, referenciado a algún índice). Durante la vida del depósito, el dinero normalmente permanece inmovilizado: si el cliente decide cancelarlo anticipadamente, es habitual que deba pagar una penalización o pierda parte de los intereses. Los depósitos a plazo están disponibles en distintos plazos (meses, 1 año, 2 años, etc.) y con distintos tipos de interés según la oferta de cada banco y las condiciones del mercado.
El dinero depositado también está protegido por el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) hasta un límite de 100.000 euros por titular y por entidad
Bonos/obligaciones (renta fija)
Los bonos y obligaciones son valores de renta fija que representan deuda emitida por una entidad, ya sea un Estado (deuda pública) o una empresa (deuda corporativa). Al comprar un bono, el inversor se convierte en acreedor del emisor del bono; es decir, efectúa un préstamo al emisor a cambio de recibir pagos de intereses periódicos (cupones) y la devolución del capital invertido al vencimiento. La renta fija suele tener un plazo determinado y una rentabilidad pactada de antemano o calculada según una fórmula (por ejemplo, ligada a Euríbor u otro índice). En general, si se mantiene el bono hasta su vencimiento, recuperará el 100% del capital invertido, salvo que el emisor incurra en impago. Por este motivo, tradicionalmente se consideran inversiones más estables que la renta variable. Los bonos pueden cotizar en mercados secundarios (como AIAF en España), permitiendo su compraventa antes del vencimiento.
Debes tener en cuenta que invertir en renta fija no equivale a invertir sin riesgo. De hecho, los principales riesgos de los bonos y obligaciones son la fluctuación de precios por cambios en los tipos de interés (riesgo de mercado), la falta de liquidez en determinados casos y el riesgo de crédito (insolvencia del emisor).
Acciones
Las acciones representan una parte del capital social de una empresa. Al comprar acciones, el inversor se convierte en accionista (propietario) de la compañía, con derechos económicos (por ejemplo, recibir dividendos si la empresa reparte beneficios) y de participación (como voto en juntas de accionistas). Se consideran productos de renta variable, ya que su rendimiento futuro es incierto y puede fluctuar libremente según la marcha de la empresa y del mercado. Las acciones cotizan en Bolsa, por lo que su precio sube o baja en función de la oferta y demanda. Es una inversión adecuada para objetivos a medio o largo plazo, pues históricamente pueden ofrecer alta rentabilidad, aunque con notable volatilidad.
Las acciones no ofrecen ninguna garantía de retorno sobre el capital invertido, por lo que el inversor puede perder una parte importante de su dinero si la empresa va mal o si el mercado cae.
Fondos de inversión
Un fondo de inversión es un patrimonio colectivo formado por las aportaciones de numerosos inversores (denominados partícipes) y gestionado por una sociedad gestora profesional. Al invertir en un fondo, nuestro dinero se combina con el de otros partícipes para invertirlo de forma conjunta en una cartera diversificada de activos (por ejemplo, acciones, bonos, inmuebles, etc.), siguiendo la política de inversión del fondo. Existen muchos tipos de fondos (renta fija, renta variable, mixtos, monetarios, índice, etc.), cada uno con distintas estrategias y niveles de riesgo.
Invertir a través de fondos permite acceder a activos diversos (incluso índices bursátiles internacionales, materias primas o mercados emergentes) que individualmente serían difíciles de alcanzar para un pequeño inversor. Además, ofrecen la ventaja de la diversificación (al repartir la inversión en muchos activos, se reduce el impacto que tendría el mal resultado de uno solo).
Ningún fondo está exento de riesgos; la rentabilidad no está asegurada y el valor de la inversión puede bajar.
ETF
Los ETF, o Exchange Traded Funds (conocidos en español como Fondos Cotizados), son, como su nombre indica, un tipo de fondo de inversión que cotiza en bolsa como si fuera una acción.
Suelen ser de gestión pasiva (indexados): La gran mayoría de los ETFs tienen como objetivo replicar el comportamiento de un índice bursátil (como el IBEX 35, el S&P 500, el MSCI World, etc.), un sector (tecnología, energía), un tipo de activo (bonos, materias primas como el oro), o incluso una región geográfica. Esto significa que no hay un gestor intentando "ganar al mercado" activamente, sino simplemente seguir su rendimiento.
Precisamente por su gestión pasiva, los ETFs suelen tener comisiones de gestión (TER - Total Expense Ratio) significativamente más bajas que los fondos de inversión de gestión activa. Esto es una ventaja muy importante a largo plazo, ya que los costes reducidos impactan directamente en tu rentabilidad neta.
Una de sus principales diferencias respecto a los fondos de inversión tradicionales es su fiscalidad. Mientras que en el caso de los fondos de inversión, puedes cambiar de uno a otro sin tener que tributar por las ganancias hasta que reembolses tu dinero. Con los ETFs, al venderlos, tributas por la ganancia obtenida en ese momento, como si vendieras acciones.
Planes de pensiones
Un plan de pensiones es un instrumento de ahorro a largo plazo orientado específicamente a la jubilación. El objetivo es constituir un capital o una renta que complemente la pensión pública de jubilación en el futuro. Las aportaciones a planes de pensiones individuales suelen gozar de incentivos fiscales (las cantidades aportadas reducen la base imponible del IRPF hasta ciertos límites legales). A cambio de esas ventajas y del objetivo previsional, los planes de pensiones tienen la característica de que los derechos consolidados (el dinero acumulado) quedan normalmente inmovilizados hasta que se produce la jubilación del partícipe (u otras contingencias excepcionales previstas por la ley, como desempleo de larga duración, enfermedad grave, dependencia severa o, desde 2025, la posibilidad de rescatar aportaciones con al menos 10 años de antigüedad). En otras palabras, no se puede disponer libremente del dinero invertido en un plan de pensiones hasta que se cumplan las condiciones de retiro, lo que los convierte en un compromiso de muy largo plazo.
En España existen planes de pensiones individuales y planes de empleo (promovidos por empresas para sus empleados). Todos ellos están regulados por la Ley de Planes y Fondos de Pensiones y supervisados por la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones (DGSFP).
En suma, un plan de pensiones es una herramienta útil para construir un colchón de jubilación, pero el inversor debe ser consciente de sus riesgos (especialmente la falta de liquidez y la ausencia de garantía de rentabilidad) y de las normas que rigen su funcionamiento.
Seguros de ahorro (seguros de vida con componente de ahorro)
Los seguros de ahorro (también llamados seguros de vida-ahorro) son productos ofrecidos por compañías aseguradoras que combinan cobertura de seguro de vida con una componente de ahorro o inversión. Básicamente, el tomador del seguro realiza aportaciones (únicas o periódicas) que la aseguradora gestiona e invierte, con el compromiso de pagar al beneficiario un capital (o renta) en el futuro. Suelen estar diseñados para objetivos como la jubilación o la obtención de un capital a medio-largo plazo, y pueden incluir una pequeña cobertura por fallecimiento o invalidez (de modo que, si el asegurado fallece antes de la fecha final, los beneficiarios reciben al menos el saldo acumulado o una cantidad estipulada). Existen diversas modalidades dentro de esta categoría, entre ellas:
- Los Planes de Previsión Asegurados (PPA), que son seguros de ahorro individuales específicamente orientados a la jubilación, con rendimiento garantizado, y que cumplen ciertos requisitos legales para equipararse a planes de pensiones (aportaciones deducibles fiscalmente, misma iliquidez hasta jubilación, etc.).
- Los PIAS (Planes Individuales de Ahorro Sistemático), seguros en los que se realizan aportaciones periódicas con vistas a constituir en el futuro una renta vitalicia asegurada, gozando de exención fiscal sobre rendimientos si se cumplen ciertos requisitos (mantener al menos 5 años, renta vitalicia limitada).
- Los SIALP (Seguros Individuales de Ahorro a Largo Plazo, también conocidos como “Planes 5”), seguros de ahorro de al menos 5 años con un límite de aportación anual de 5.000 €, cuyos rendimientos están exentos de impuestos si se cumplen condiciones.
- Los Unit-Linked, que son seguros de vida cuya prestación está ligada al valor de una cesta de activos elegida por el tomador (fondos de inversión, normalmente). A diferencia de otros, en los unit-linked no hay garantía de interés ni de capital por parte de la aseguradora; el riesgo de inversión lo asume el tomador, ya que la prestación dependerá del valor de los activos vinculados.
Bienes inmuebles (inversión inmobiliaria)
La inversión en bienes inmuebles consiste en destinar capital a la compra de propiedades inmobiliarias (viviendas, locales, terrenos u otros inmuebles) con fines de inversión. A diferencia de la compra de la vivienda habitual, que tiene un objetivo residencial, aquí se busca obtener un rendimiento financiero, bien sea mediante alquileres periódicos (rentas) o mediante la revalorización y posterior venta del inmueble a un precio superior.
Aunque suele percibirse como una inversión sólida, invertir en ladrillo conlleva importantes riesgos . El Banco de España, en informes de estabilidad financiera, analiza periódicamente la evolución del mercado inmobiliario y señala factores de vulnerabilidad (por ejemplo, si los precios se desacoplan de los fundamentales económicos) , el inversor debe actuar con prudencia, estudiando bien el mercado local, calculando los costes totales y valorando escenarios en los que el inmueble pueda no generar las rentas esperadas. En conclusión, la inversión en bienes inmuebles puede ser rentable a largo plazo, pero es ilíquida, costosa de mantener y su éxito depende fuertemente de la situación económica general y particular del mercado inmobiliario.
A la hora de invertir en inmuebles también podemos hacerlo a través de las SOCIMIS (Sociedades Anónimas Cotizadas de Inversión en el Mercado Inmobiliario). Son compañías cotizadas en bolsa que, operando bajo un régimen especial, están diseñadas específicamente para invertir en inmuebles y distribuir los ingresos de sus alquileres vía dividendos entre sus accionistas.
Oro
Considerado un valor refugio, especialmente útil en contextos de inflación o ide ncertidumbre. No genera rentas, pero sirve para diversificar. Puedes comprarlo físicamente (lingotes, monedas) o mediante productos financieros (fondos, ETF).
Criptomonedas
Activos digitales como Bitcoin o Ethereum. Su alta volatilidad atrae a quienes buscan rentabilidades fuertes, pero los riesgos son numerosos: fluctuaciones extremas, regulación incierta, vulnerabilidad a ciberataques…
Crowdlending y crowdfunding
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Crowdlending: prestas dinero a empresas o particulares a través de plataformas online.
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Crowdfunding: financias un proyecto (por ejemplo, una startup) y recibes participaciones.
Ideales para apoyar iniciativas locales o innovadoras, pero con alto riesgo de pérdida y poca liquidez.
A tener en cuenta
. Antes de invertir en cualquiera de estos productos, es recomendable verificar que la entidad oferente esté debidamente autorizada (consultando los registros oficiales de CNMV, Banco de España o DGSFP según corresponda) y comprender plenamente las condiciones y riesgos.
. Invertir con conocimiento y prudencia, diversificando el patrimonio, es la mejor estrategia para alcanzar los objetivos financieros minimizando sobresaltos. Cada producto de inversión tiene su lugar y función en la planificación financiera personal.